Consensos Mínimos

 


Consensos mínimos

Por: Víctor Maldonado C.

E-mail: victormaldonadoc@gmail.com

10 de noviembre de 2025

Si no sabemos a dónde ir, probablemente no lleguemos a ningún lado. Muchos se preguntan una y otra vez cómo se construye el futuro, y aunque saben la respuesta, siguen con la inquisición abierta a ver si alguna deidad se compadece y nos regala el futuro que queremos sin el esfuerzo que se necesita para lograrlo.

Pero deseos no empreñan. Largo y costoso será el camino de la restauración de la libertad entre nosotros. Entre otras cosas porque nuestras élites no terminan de mostrar sus cartas. No terminan de decir, por ejemplo, que recelan del sistema de mercado como co-ordenador social, y que el estado no puede ser el laboratorio donde todos intentan acumular poder y riqueza utilizando para ello el largo anecdotario de las demagogias socialistas.

El primer consenso es precisamente ese: Que cualquier proceso asociado a la recuperación del país de instituciones republicanas, democracia, libertad y progreso será largo, sufrido, en algunos momentos decepcionante, gran consumidor de confianza social en los líderes, y exigente en resultados intermedios.

La política se ha convertido en la hoguera de las vanidades de los aprendices del saqueo, la impostura y la demagogia. Tenemos una lista casi interminable de “dirigentes” quemados, inservibles, absolutamente prescindibles, cuyo caudal de respaldo no les es suficiente ni para lograr un asiento preferencial en un bar de mala muerte, pero que siguen insistiendo, estorbando el debido relevo, porque además asumen que son ellos los que merecen estar al frente de la nueva etapa.

El segundo consenso es que todo el elenco del fracaso debe ser relevado de la política y buena parte de ellos exigidos que rindan cuentas por el tiempo perdido, los recursos malversados y los coqueteos seriales con el régimen. Si tuvieran pudor no se presentarían de nuevo a ninguna elección. Los viejos partidos deberían terminar su proceso de disolución, y sus viejas consignas, socialistas, intervencionistas y liberticidas relegadas al silencio social. Creo que forma parte de la asepsia social el deslastrarnos de una forma de proponer la política que es, de hecho, una estafa.

Como el elenco del fracaso nos ha legado casi un cuarto de siglo de tiempo perdido, no hay ruta eficaz “por las buenas”. Con esto quiero decir que no hay ninguna posibilidad de negociar una salida deseable teniendo como contraparte al ecosistema criminal. Con ellos cualquier negociación es para que ellos ganen tiempo para recomponer el poder y las posibilidades de conservarlo. Con ellos cualquier oferta electoral está decidida de antemano: para que ellos se mantengan y los ciudadanos sean expoliados en su voluntad de cambio. Tenemos que reconocer que, hasta la fecha, en cada puesta en escena de negociación, no ha habido dos partes sino una sola: la del ecosistema criminal, camaleónico y recalcitrante en el abuso de los mismos actores, que pasan por ser “gente seria” cuando en verdad son agentes de la normalización del régimen.  

El tercer consenso es que no hay salida por las buenas, que todas las posibilidades son el producto del cálculo de la fuerza que se debe oponer a la fuerza, pura y dura, que practica el régimen para aplastar a los ciudadanos. Siendo esto así, las menudencias constitucionales están de más. La constitución chavista no sirve a los efectos deseados. Y la extinta asamblea nacional, de ser invocada, es la convalidación del cinismo político, la versión más depurada de la corrupción del elenco del fracaso y la demostración incontestable de que los partidos políticos están podridos. La salida será de facto, los primeros momentos del nuevo gobierno, serán de facto, y corresponderá a ese nuevo gobierno proponer una ruta para la refundación de la legalidad del país.

Venezuela tiene que resolver sus complejos fundacionales que lo han colocado en una sempiterna condición de dependencia emocional y política con los militares. Esa paja de ser herederos del los forjadores de la libertad americana, hijos legítimos de los libertadores, nos ha condenado a la eterna adolescencia. En Venezuela los conflictos se resuelven añorando un golpe y la presencia mesiánica de un “hombre fuerte” que vengue la insatisfacción de los ciudadanos. La experiencia indica que los venezolanos no pueden lidiar con ese complejo de inferioridad, con ese Edipo proyectado en el hombre uniformado que nos mueve a repetir esa búsqueda insaciable del guerrero benevolente que nos viene a devolver la tranquilidad y que garantiza la mágica redistribución de la renta infinita. Y por lo que se ha visto hasta la fecha, no tenemos herramientas ciudadanas para superar esa pulsión.

El cuarto consenso es la disolución de las fuerzas armadas y la necesidad de realizar una reingeniería radical de todas las policías y de la organización de la seguridad ciudadana. No podemos seguir repitiendo el ciclo. La presencia de las FFAA no ha garantizado soberanía, ni respeto a la constitución, ni acatamiento a la voluntad ciudadana. Las policías no garantizan la seguridad de la vida y la propiedad. Ambas son entidades especializadas en la represión interna, el chantaje y la extorsión. No cuentan con la confianza del país y no se puede creer que sufran una súbita conversión cultural que los transforme en algo diferente a lo que siempre han sido.

Los venezolanos hemos sido víctimas inermes de la prepotencia y la desconfianza de los políticos en el sistema de mercado. No solamente que se han reservado las riquezas del país (para su explotación clientelar, la más obscena corrupción y el saqueo más alevoso) sino que han elaborado con plena conciencia un estado intervencionista y capitalista de estado que ha generado como contraparte a capitalistas compinches, deformados en gestores, aduladores de oficio y finalmente cómplices de un sistema económico que nunca dio la talla. Para colmo vivimos en las fauces de un estado irresponsable, que no asume las consecuencias de sus actos, gustoso de los monopolios públicos y privados, que tiene una insaciable voracidad fiscal, patrimonialista, un fracaso como redistribuidor, e incapaz de permitir el ánimo emprendedor, la libre competencia y la seguridad jurídica.

El quinto consenso es la necesidad imperiosa y sin la excusa de la progresividad de una economía de mercado, fundada en instituciones creyentes de la libertad y estadistas que le pongan límites a su ambición de poder. Necesitamos un discurso político menos mesiánico y que tenga la disposición de abrir juego a la empresarialidad. De inmediato hay que derrumbar todas las barreras, definir un arancel único que sea mínimo, crear una taquilla única que facilite la apertura de nuevas empresas y construir una legalidad que demuestre la voluntad del país de garantizar normas de mercado claras y estables. De inmediato hay que cesar el capitalismo de Estado, abrir el mercado petrolero a la inversión privada y eliminar el monopolio de PDVSA, convertido ahora en una ratonera del saqueo socialista y los malos negocios de lavado de dinero y gestión logística del ecosistema criminal. Esto conduce a una revisión muy importante de la nómina de empleados públicos, el número de ministerios y la necesidad de recortar el tamaño del estado hasta hacerlo financiable.

Como hemos vivido más de un siglo de demagogia y populismo, los políticos han encontrado en las maniobras monetarias dar con una mano el beneficio que cobran en inflación con la otra. Me refiero a que los políticos venezolanos no se resisten a la tentación populista, el manoseo monetario y la convivencia con las crisis políticas que tienen raíces en la irresponsabilidad monetaria. Venezuela es un país endeudado, sin reservas y con una moneda inservible e irrecuperable. Los jerarcas de la falsa soberanía se rasgan las vestiduras y lanzan alaridos cada vez que escuchan la única propuesta sensata: Hay que dolarizar definitivamente la economía, tirar por la borda el bolívar y no caer ni siquiera en la tentación de aceptar un sistema bimonetario. Sin esta decisión será falsa la promesa de un estado contenido y de un gobierno reducido.

El sexto consenso es la dolarización de la economía para abatir la inflación y enviar la señal de que el estado arbitrario e interventor se acabó. Cualquier ingeniería que intente rescatar al bolívar se va a estrellar con la tentación protagónica del populismo y del mesianismo que corre la arruga y deja lo peor para los que vienen después. Sobre la base de la dolarización hay que refundar el sistema bancario, abrirse a la inversión internacional y generar rápidamente toda la competencia que sea posible. Esa obscenidad de los tipos de cambio y la brutal expoliación de cobrar tributos en Euros, a pesar de quebrar lanzas por el cambio oficial se debe acabar de inmediato en un nuevo gobierno. Esperar a un largo proceso de análisis y recomposición sería criminal, pero sobre todo suicida. Mantener el fetiche del bolívar no nos ha hecho más soberanos, todo lo contrario, nos ha empobrecido radicalmente y nos ha colocado en situación de servidumbre frente a un estado indolente. Una apostilla final: No es posible la restitución automática de derechos (salarios, jubilación, etcétera) porque el seguro legado del socialismo del siglo XXI es la ruina social que ya somos. No hay magias posibles.

Todos los venezolanos nos hemos sentido impactados en nuestra vida. El golpe sobre cada uno de nosotros ha sido feroz. Empobrecimiento social radical, represión extrema, fragmentación de la familia, confiscación de derechos y garantías, desmontaje del estado garante de derechos y garantías, convivencia forzada con un ecosistema criminal que solamente distribuye represión, maltratos, propagandas mentirosas y fraudes, y para colmo, la traición certera de una oposición que no es tal, que simula, cuyos intereses están en mantener el statu quo y mostrar su infinito desprecio hacia los ciudadanos. Dirigentes de partidos, instituciones y gremios han cohonestado por su propia comodidad la terrible situación. Intelectuales de papel maché han cobrado muy bien su alineación y balanceo con el ecosistema criminal, justificando lo injustificable y otorgándole protección argumental cuando las cosas se les han puesto chiquitas. ¿Qué vamos a hacer con ellos?

El séptimo consenso es la necesidad imperiosa de la justicia y la preeminencia de la verdad, duela a quien le duela, y caiga quien caiga. El ecosistema criminal llega hasta los que creemos son nuestros voceros, aliados y representantes. Necesitamos que los jueces exijan cuentas y que una Comisión de la Verdad narre lo que efectivamente ha sucedido. No podemos seguir esta convivencia forzada con la mentira, la simulación, la usurpación de facto y imposición forzada de unos voceros que se venden como nuestros líderes cuando en realidad son unos sicarios bien pagos que trabajan a favor del régimen.

Estamos a finales del año 2025, viendo cómo con el paso de un día tras otro se nos agota la vida. Decir que ya llevamos un cuarto de siglo en esta lucha es reconocer que hemos ofrendado nuestras energías y las mejores épocas de nuestra vida a este esfuerzo. Ha sido infructuoso, entre otras cosas porque tenemos un liderazgo muy deficiente que ha comprado con mucha ingenuidad una y otra vez, las rutas y las agendas propuestas por el régimen, que siempre juega a su favor.

A mí en lo particular me preocupa el extravío del buenismo, la facilidad con la que caemos en las redes de la demagogia y la falsa benevolencia de la mentira. Y el entusiasmo exagerado. Me temo que lo que queda es azaroso y difícil. La dirección política la tiene María Corina Machado. De ella rescato la demostración de un compromiso que puede llegar a ser incluso heroico. Está desde hace meses en situación de clandestinidad, pero no ha querido irse, tal vez porque ella comprende que la significación moral de su decisión. Ella ha visto como el régimen ha diezmado a su equipo político, todos ellos presos o en el exilio. No debe ser fácil para ella. Como es público y notorio, no la he respaldado, porque me parece que esta estrategia es demasiado costosa y depende demasiado de la fortuna, ahora representada en el gobierno de Trump y lo que decida hacer. Pero, en esta circunstancia, mi reflexión personal me indica que hay que respaldarla, buscando con eso las rendijas del bien posible, o sea, la capacidad de mejorar lo que somos y vivimos en las entrañas del socialismo del siglo XXI.

El octavo consenso es determinante: Luego del discernimiento personal cada uno debe preguntarse si hay que respaldar la gestión política de María Corina Machado. No con ánimo fanático e incondicional, sino aportando, en la medida de lo posible, la mirada crítica y la opinión disidente de quienes desean que ocurra un desenlace y desean que haya balance y compensación a la tentación del poder absoluto. Como lo propone Alberto Barradas (@Psicovivir) es necesario el acompañamiento crítico, condicionado, pero de buena fe. No son buenos estos tiempos para el fanatismo y los sesgos. Vamos a oscuras por un desbarrancadero. Paso a paso, con cuidado y mucha cautela, calculemos cada paso a ver si salvamos algo del tiempo que está destinado a seguirse perdiendo.

A estas alturas no creo en finales felices. Tampoco en que vamos a llegar a la tierra prometida. Todo será muy complicado, entre otras cosas porque nosotros, los venezolanos, somos una vaina, que además nos creemos mejores que el resto del universo. Sin embargo, por donde volteemos hay un venezolano que con su conducta nos desmiente esa pretensión. Pero como creo en la redención y en la gente, estoy seguro que allí, donde menos lo pensamos, hay reservas de nacionalidad y una bandera que no ha sido mancillada por el barro de nuestras peores sombras.

La fuerza es una ventaja engañosa. No siempre vence la justicia. Pero quien sabe si es nuestro momento, y Dios recoge nuestras súplicas y atiende al hecho de que esta contienda es de valores entre lo que se atreve el mal y cuánta fortaleza tiene el flanco del bien.

David era un muchacho. Goliat era un gigante que se creía imbatible.

 “—¡Y tú vienes a pelear conmigo con espada, y flechas y lanza! Pues yo vengo en el nombre del Dios todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien te has atrevido a desafiar.  Hoy mismo Dios me ayudará a vencerte, y te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo alimentaré a los buitres y a las bestias salvajes con los cadáveres de los soldados filisteos. ¡Y todo el mundo sabrá lo grande que es el Dios de Israel!”

Que el Señor se ponga de nuestra parte y con su fuerza nos haga justicia.

 

 

 

 

 

 

 

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