EL DERECHO A LA PROPIEDAD



                         


                                  
El derecho a la propiedad
 21/07/2017
Por: Víctor Maldonado C.
 e-mail: victormaldonadoc@gmail.com

Hay en este momento una amenaza que se cierne sobre todos nosotros. La revisión de los derechos y garantías ciudadanas, el abandono de la progresividad constitucional, y la implantación del comunismo a través de la fraudulenta asamblea constituyente. ¿En realidad se encuentran en peligro las bases de la convivencia democrática? La respuesta no puede ser otra que si. En los últimos cien días hemos visto que, bajo supuestos de orden público, las autoridades han violado una y otra vez el domicilio, sin importarles los daños concomitantes, y ya es bien sabido que en los últimos veinte años el régimen se ha valido de una legislación espuria, cuando no de la fuerza bruta, para confiscar ilegalmente bienes privados, activos productivos, y cuanto les ha parecido. De realizarse la atrocidad constituyente, no tendrán ningún pudor en reformar el articulado constitucional y eliminar lo que para ellos es un estorbo monumental: la disposición del bien.

Ayn Rand sostiene que la propiedad es esencial a la vida de los seres humanos. Les confiere dignidad y sentido a su existencia. Dice la filósofa objetivista que “para vivir, una persona tiene que actuar racional y productivamente, siguiendo un propósito. Si quiere lograrlo, deberá ser libre de pensar y actuar en consecuencia, y especialmente disponer del fruto de su acción”. La servidumbre es la condición opuesta, es la negación de cualquier sentido de libertad, y la pérdida de identidad, dignidad y razón. Los comunismos crean comunidades totalitarias donde los hombres terminan sirviendo al estado, porque no conciben a los estados como instancias al servicio de los ciudadanos.

Esta terrible verdad, la institucionalización de la servidumbre por el desconocimiento universal de los derechos de propiedad, se esconde detrás de eufemismos que, parecen inocuos a primera vista. El más popular es la invocación de la “justicia social”, a partir de la cual los gobiernos se empoderan para quitarle a los más productivos, parte de su renta, supuestamente con la intención de entregársela a los menos favorecidos. Esto no es posible sin una fuerte dinámica autoritaria e intervencionista, y sin dañar el ánimo emprendedor de los mejores de la sociedad. Pero no solo eso, porque los gobiernos, supuestamente encargados de lograr la máxima felicidad social, terminan siendo unos vulgares despojadores para llenar sobre todo las alforjas de los funcionarios principales.

Ya sabemos hasta qué punto pueden enriquecerse los partícipes de la nomenclatura socialista. ¿Pero qué pasa con los despojados? La respuesta la da Ayn Rand: “El hombre tiene que trabajar y producir para dar sostén a su vida por su propio esfuerzo, y por la guía de su mente. Si no puede disponer del producto de su esfuerzo, no puede disponer de sus energías; si no puede disponer de sus energías, no podrá disponer de su vida. Sin derechos de propiedad, ningún otro derecho puede ser ejercido”. En eso consiste una pobreza hundida en el foso de la miseria, y que solo depende de una bolsa Clap para poder sobrevivir hasta la próxima entrega.

Algunos creen que los derechos de propiedad son pertinentes solamente para los “obviamente propietarios de algo”. Pero eso no es así. Cuando se niegan los derechos de propiedad también se disuelven tres potestades individuales:

1.    La libertad de emprender, pensar, decidir y actuar en la realización de una actividad productiva. Esto es, el derecho a producir.
2.       La libertad de usar y disponer los resultados de la actividad productiva.
3.       La libertad de negociar los productos en el mercado. O sea, la libertad de comercio.

Sin derechos de propiedad no disfrutamos de ninguna libertad plausible, y nos reducimos a la fatal dependencia de otro, quien siempre estará pensando en el chantaje y la extorsión como mecanismo de dominación. Además, sin propiedad no es concebible la riqueza, la prosperidad y la capacidad de legar a hijos y herederos los esfuerzos de toda una vida. Esa es la pérdida de sentido con la que Ayn Rand advierte contra los regímenes totalitarios.

A la vuelta de la esquina acecha una terrible amenaza. El fraude constituyente no es otra cosa que un depredador de la libertad, que pretende organizar una comparsa en la que serán víctimas propiciatorias incluso aquellos que, designados “constituyentistas”, no van a tener otro remedio que corear un guión que ya está escrito para favorecer a los que, en los últimos veinte años, han saqueado al país, lo han empobrecido, y han dañado cualquier explotación racional de los recursos venezolanos. Por eso el régimen intenta esta huida hacia adelante. Endeudados, sin reservas, invalidados por los resultados, asediados por la exigencia ciudadana, solamente les queda un último recurso: organizar el saqueo social y disponer de los activos de los privados. Después de eso, solo quedará tierra arrasada y esclavos. Y ellos reinarán sobre el absoluto silencio totalitario.







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