El liderazgo moral
17/11/2016
El liderazgo moral
Por: Víctor Maldonado C.
e-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Vivimos tiempos convulsos y confusos. La
permisividad es un signo de la modernidad, pero es uno de sus peores signos,
porque no es cierto que todo tenga el mismo valor o que la gente pueda hacer
cualquier cosa sin pensar en las consecuencias. No todo vale lo mismo porque
algunas decisiones tienen secuelas plausibles y otras, resultados
definitivamente perversos. Como lo dice claramente el evangelio, las obras se
valoran por sus efectos, no tanto por sus intenciones, mucho menos por sus
declaraciones de principios. Pero no todo está perdido porque la sociedad
todavía tiene capacidad para escandalizarse. Hay escándalo cuando un padre
confunde una bacanal con lo que debería haber sido una impecable fiesta de
cumpleaños. Hay repugnancia cuando en una fiesta de adolescentes el adulto
responsable se hace el loco al permitir y patrocinar la ingesta temprana de
alcohol y drogas. Hay una evidente violación de la confianza cuando una familia
permite excesos en lugar de contenerlos. La permisividad es una gran tentación,
pero no deja de ser un error. Es una equivocación tanto en las dimensiones
privadas de la vida como en el ámbito público.
Los imperativos de la supervivencia y la fatalidad
de vivir en una sociedad envilecida con una economía que no da respuestas no son
excusas para hacer lo indebido. Hablamos de vileza porque comienza a operar la
lógica de que todo vale. Es un circuito perverso que se realimenta de las
interpretaciones erradas tanto como de las malas obras. Lo que hay que hacer es
todo lo contrario, en condiciones límite se hace más necesario el
identificarnos con líderes y liderazgos éticos que no abandonen sus principios
ni renieguen de la virtud y de las buenas obras. Necesitamos conectarnos con la
ética de Martin Luther King, Mathama Gandhi, Winston Churchill, Karol Wojtyla,
Teresa de Calcuta y tantos otros cuya característica más conspicua fue su
autoridad moral. Afrontaron sus propios desafíos, sortearon cualquier tipo de
dificultades, superaron muchos momentos de debilidad, algunos dieron incluso su
vida, pero ninguno de ellos tiró por la borda los principios para negociar
condiciones alejadas de la integridad.
El liderazgo ético está fundado en la demostración
y promoción de conductas que son moralmente plausibles. La moralidad tiene que
ver con la relevancia de las acciones en términos de lo bueno y lo malo. Un
líder tiene autoridad moral cuando sus seguidores califican a sus acciones como
apropiadas y deja de tenerla cuando los demás aprecian que sus decisiones están
alejadas de lo que ellos consideran como bueno. Y esta diferencia no es poca
cosa porque la autoridad moral legitima y motiva aguas abajo acciones
subsecuentes del mismo tipo. Cuando el líder modela apropiadamente se
incrementa el compromiso con hacer lo debido y también se acrecienta la culpa
cuando se actúa al margen de la ética. Un líder con autoridad moral construye
con sus acciones organizaciones éticas. Por eso es que escandaliza la bacanal
de la fiesta de los 15 años, porque los involucrados están aniquilando
cualquier posibilidad de familia, las empresas que poseen sufrirán esa
deformación insufrible que provoca el pensar que todo es posible porque todo se
puede pagar, y la sociedad queda herida en su confianza al saber que todo eso
ocurre en sus entrañas. No hay líder que pueda sentirse exento de construir
todos los días un país mejor.
Hay conductas deseables y las hay indeseables. Un
enfoque teórico llamado “Moral Foundations Theory” (MFT) distingue seis pares
dicotómicos de la moralidad humana. Ellos son los siguientes:
1.
Cuidado –
Daño. Refiere al contraste entre lo que se debe hacer o se deja de hacer
para garantizar la salud, la prosperidad, el mantenimiento y la protección de
la gente. Un líder ético cuida y no daña.
2.
Justicia –
Injusticia. Refiere al contraste entre las decisiones rectas, íntegras y rigurosas,
por un lado, y las que son sesgadas, tramposas e inequitativas.
3.
Lealtad –
Traición. Refiere a la capacidad
para ser confiable o por el contrario para desvirtuar cualquier acuerdo o
palabra empeñada.
4.
Virtud –
Degradación. Refiere a la forma como se asume la propia vida, o asociada a
valores o determinada por los vicios.
5.
Autoridad
– Subversión. Refiere a la forma
como se asumen las normas y el orden social. O apegados a ellos o practicando
la trasgresión.
6. Libertad – Opresión. Refiere a la ética
de la dignidad humana, el respeto que merece el individuo y su proyecto de vida
y todas las tentaciones que en el camino surgen para confiscar su libre
albedrío.
Un líder ético cuida a su gente, practica la
justicia, es leal y virtuoso, respeta el orden social cuando es justo y humano,
y sobre todas las cosas entiende el verdadero sentido de la libertad, que en
ningún caso es un cheque en blanco para la destrucción de los demás y de sí
mismo. Para ser un líder ético lo principal es no tener miedo a defender y
vivir bajo el imperativo de los principios a través de los cuales uno cree que
puede hacer todo el bien posible.
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