LA OTRA PROPUESTA
La otra propuesta.
09/08/2017
Por:
Víctor Maldonado
Vivimos actualmente el inicio de un nuevo período de euforia
petrolera. PDVSA ha sido la palanca institucional de la que se ha servido
el gobierno nacional para dinamizar el
sector mediante el proceso de concesiones y el desencadenamiento de actividades
que consecuentemente se han generado en su entorno. Sin embargo, el entusiasmo rentista que se desborda en
nuestras élites encubre un fracaso significativo: Apostando nuevamente al
petróleo olvidamos las tareas que debemos acometer para enfocar la economía no
petrolera hacia el desarrollo de una industria manufacturera competitiva. ¿Qué
significa construir un país con perfil industrial?.
Significa sobre todo una manifestación de voluntad política que se
traduzca en hechos concretos, coherentes y consistentes. Implica la
articulación de una política de Estado que comprometa los esfuerzos y parte de
los recursos del país para dinamizar sectores industriales específicos con el
fin de hacer negocios. Es una apuesta de mediano plazo que lleva implícitas las
siguientes condiciones:
Un cambio cultural para que se resalte socialmente la importancia
y la necesidad de la actividad empresarial y el rol del empresario que es capaz
de ser exitoso en el desempeño de su actividad. Hasta el momento la empresa
venezolana ha servido de chivo expiatorio para drenar buena parte de las
frustraciones colectivas y ninguna actividad se puede consolidar si no cuenta
con legitimidad social.
Un cambio institucional
del sector público nacional que permita contar
con instrumentos catalizadores del proceso de reactivación industrial. Para
proponer una diferencia con los que se
están llevando a cabo actualmente tendríamos que evaluar el éxito en la medida que puedan dimensionar e instrumentar un programa de apoyo a
sectores específicos, -aquellos que en la Agenda Venezuela se denominan Grupos
Líderes de Actividad-, que debe comenzar por el rescate de la iniciativa
estratégica del Ministerio de Industria y Comercio y el emplazamiento de un
liderazgo fuerte que sea capaz de configurar y dar coherencia a lo que hasta
ahora son iniciativas aisladas.
El esfuerzo en el ámbito nacional se debe complementar con la armonización y el enfoque de las
iniciativas regionales, para que los
recursos y los espacios de políticas públicas que corresponden a los estados y
a los municipios sean compatibles con las definiciones estratégicas nacionales
y con las necesidades del país como un todo. No hay ninguna posibilidad de que
una región, considerada aisladamente, pueda generar el dinamismo suficiente
como para actuar autónomamente y tener éxito.
Un perfeccionamiento de
las organizaciones gremiales para que comiencen a
representar los intereses de actividades, empresas y empresarios exitosos de
tal forma que sirvan de efecto demostración a todos los que
quieran emprender actividades similares. Los gremios deben estar a la altura de
los retos que impone la modernidad. No es posible intentar la reactivación
industrial montados en una plataforma discursiva y de servicios obsoletas.
Sería injusto no considerar la necesidad de contar con un enfoque más moderno de la gerencia de
empresas. Se requieren empresarios con un nuevo talante, menos rentistas y
más autosuficientes, con mayor autoestima y que quieran hacer de una industria
su proyecto de vida. Lamentablemente nuestros empresarios lucen cansados, a
punto de tirar la toalla, con ganas de salir de la empresa, que no se resisten
a las tentaciones de la política, que andan tras la quimera del oro. Estas razones y el hecho de que nuestro sector
manufacturero es muy pequeño, -alrededor de diez mil empresas-, sugieren la
necesidad de promover y facilitar la concreción de nuevos proyectos
empresariales que deben apoyarse en el conocimiento y la iniciativa de la masa
de profesionales y técnicos que se han formado al abrigo de las facilidades de
una educación universitaria gratuita o subsidiada. Venezuela cuenta con
alrededor de 450.000 profesionales; si el 20% de ellos intenta fundar una
empresa y sólo la mitad lo logra con éxito, entonces en el mediano plazo
tendríamos cuarenta mil empresas y habremos generado medio millón de puestos de
trabajo, estables y bien remunerados.
En un país, cuyo principal problema es el empobrecimiento de su
población y el desempleo crónico por encima del 10%, concentrarnos en el esfuerzo del desarrollo de las
actividades no petroleras, -la otra apuesta-, puede ser la tabla de salvación.
Por supuesto, el éxito no va a venir como consecuencia de un albur, ni del
voluntarismo de unos pocos: Todas las experiencias de industrialización exitosa
tienen la misma imagen: Un Estado y un país transitando juntos y sin complejos
el difícil camino del emprendimiento y la competitividad.
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