Manual de un colaboracionista perfecto
Manual de un colaboracionista
perfecto
18/08/2017
Twitter: @vjmc
Comencemos por la definición más elemental. Un colaboracionista es aquel que favorece
la agenda y los objetivos de otro. En política, el término tiene un origen
terrible, y alude a quien coopera con el enemigo. Nos viene de la experiencia
francesa en la segunda guerra mundial. Tuvo que ver con lo que fue el gobierno
de Vichi, remedo de la república francesa, pero con los hilos manejados desde
Berlín. En medio de una guerra en la que los franceses se dieron por vencidos
demasiado temprano, el Mariscal Pétain llegó a una muy rápida conclusión: que
nada se podía hacer ante la avanzada nazi, y por lo tanto, no había otra posibilidad
mejor que una rendición pactada, un vasallaje disfrazado de supuesta
independencia, una situación nada creíble, y en la misma medida insostenible, y
que al final le costó la vida a más de 130 mil judíos, que bajo su gobierno
fueron deportados hacia la muerte segura, en los campos de concentración nazi. El
colaboracionismo, por tanto, no es nuevo. Es un espectro que aparece cada
cierto tiempo, cuando el terror aprieta, y el coraje supuesto, desaparece. Se
colabora cuando las opciones de decisión se asumen como si no se debieran a la
moral o a la ética política, y cuando la excusa de la sobrevivencia se lleva
por el medio cualquier amago de dignidad humana.
Los sistemas perversos no son necesariamente
intencionados. Y por supuesto, nada que me resulte más perverso que cooperar
con el mal, creyendo que se está haciendo lo debido. Decía M. L. King que “la comprensión
superficial de los hombres de buena voluntad es más demoledora que la absoluta
incomprensión de los hombres de mala voluntad. Resulta mucho más desconcertante
la aceptación tibia que el rechazo sin matices”. En su valiosa Carta desde la
Cárcel de Birmingham de 1963, M. L. King hablaba del colaboracionismo pasivo
del que se aprovechan los hombres de mala voluntad que “se han valido del tiempo
con una eficacia muy superior a la demostrada al respecto por los hombres de
buena voluntad”. Se quejaba el líder de los derechos civiles de la tibieza de
los muchos que consentían un estatus quo abominable. “Tendremos que
arrepentirnos en esta generación no sólo por las acciones y palabras hijas del
odio de los hombres malos, sino también por el inconcebible silencio atribuible
a los hombres buenos”. Denunciaba ese fatalismo degradado a falsas dicotomías
que solo contribuían a asegurar las cadenas de los oprimidos, gracias a la
falta de imaginación, y de coraje, de los que necesariamente debían sentirse
involucrados. “El progreso humano nunca discurre por la vía de lo inevitable.
Es fruto de los esfuerzos incansables de hombres dispuestos a trabajar con
Dios; y si suprimimos este esfuerzo denodado, el tiempo se convierte de por sí
en aliado de las fuerzas del estancamiento social. Tenemos que utilizar el
tiempo de modo creador, conscientes de que siempre es oportuno obrar
rectamente…”. Nada peor que la resignación siempre dispuesta a la servil
colaboración.
Colabora el que deja hacer, o el que ingenuamente
compra como vías amplias los que no son otra cosa que callejones sin salida. Sus resultados son malos, pero a veces se
mueven dentro de la lógica de los efectos contraintuitivos, la tragedia de los
resultados no deseados, y de eso que señala el refrán popular, que el camino
del infierno está empedrado de buenas intenciones. Pétain murió creyendo que
él, y solo él, había defendido en esas horas oscuras los supremos intereses de
su patria. Pero no fue así, colaboró, reprimió, no ahorró ni muertes ni
sufrimientos, y al final fue juzgado severamente. Teniendo a su ejemplo a la
vista, y a millares de sus émulos, la mayoría gente anónima, que dice operar de
buena fe, para preservar sus intereses genuinos, el bienestar de su familia,
sus compromisos ideológicos, pero también asumiendo como buen juicio la
conjugación de sus peores vilezas, tal vez podríamos intentar organizar un
manual para el colaboracionista perfecto.
1. Niegue
que lo que estamos viviendo es un régimen autoritario. Insista en que son
exageraciones. Que esto, de ninguna manera puede llamarse dictadura. Que a lo
sumo es una “semi-democracia”, presta a volver a la normalidad con las próximas
elecciones.
2. Niegue
que vivimos un socialismo marxista con vocación totalitaria. Afirme que esto es
una mafia enquistada en el poder, pero que de ninguna manera puede ser
calificada como de izquierda. Que ninguno de ellos tiene ideología, que los
planes socialistas no existen, y que El Plan de la Patria de ninguna manera
conduce al Estado Comunal, o sea, al comunismo.
3. Compre
como buenas todas las consignas pacifistas. Haga muy suyo el lema que dice “o
dialogamos, o nos matamos”. Conviértase en un adalid del diálogo con el
gobierno, sin importar la agenda, sin tener presente quienes son los mediadores
o facilitadores, sin inventariar los costos. Aplauda esos comunicados en los
que la oposición usa el lenguaje y los argumentos del régimen, y espere que,
por esa vía, y por solo esa vía, se resuelvan los problemas del país.
4. Acepte
el argumento de que “la violencia de lado y lado” ha deteriorado la convivencia
social. Que tanto el gobierno como la oposición son igualmente culpables de los
resultados en términos de víctimas de las protestas. No se ponga a creer esa
tontería de que el gobierno es el único responsable. Reconozca que todos tienen
culpa.
5. Apúntese
a la campaña que plantea la dicotomía “o votos o balas”. Argumente con
abundancia que la oposición solamente tiene votos. Y que el régimen está
dispuesto a usar las balas con frugalidad. Por lo tanto, esas odiosas
actividades de calle deben ser detenidas, para pasar al festival electoral,
cuyo cronograma y condiciones se debe cumplir sin poner ninguna objeción.
6. Sea
un ferviente defensor de que “no hay que ceder espacios al régimen”. Y, por lo
tanto, hay que ir a las elecciones, aun cuando los costos de esa decisión sean
legitimar al régimen constituyente y concederle tiempo al gobierno. Es más,
usted no cree eso. Usted no convalida esa falacia interesada y odiosa que
insiste en que se reconoce a la constituyente cuando se es interlocutor
político de las instituciones que se les han subordinado y han aceptado su
supremacía supraconstitucional.
7. Mantenga
la firme convicción de que la MUD nunca se equivoca, pero que está siempre
bombardeada por la anti-política, los radicales, el G2 cubano y por supuesto,
el régimen. Compre cuanta teoría paranoica de la conspiración haya en el
mercado para hacer pasar como conjuras y mala fe de otros lo que es en realidad
falta de conducción política y de estrategia.
8. Erotice
sus adhesiones políticas. Convierta a los líderes en santones inmarcesibles y
merecedores de todo, absolutamente todo el reconocimiento que pueda darle.
Conviértase en su perro de presa, trate de liderar su club de fans y practique
con fe de carbonario las actividades propias de las beatas que operan en las
redes sociales. Si puede, pídale a Mires su incorporación al chat desde donde
se imparten las líneas maestras del establishment comunicacional.
9. Asuma
que la juventud de los dirigentes políticos es una condición necesaria y
suficiente para que sean infalibles.
10. Asuma
que por la vía de las elecciones regionales se va a lograr el cambio político
que todos en aspiramos. Reniegue de aquel que le diga que los gobernadores son
solo agentes del ejecutivo nacional, y que la pugna por el presupuesto los
aquieta. Apueste a que ganando 25 de las 23 gobernaciones en juego, se va a
demostrar suficiente fuerza como para que haya la estampida esperada.
11. No
coma el cuento de que las elecciones son trucadas. Y que la sustitución de la
objetada Smartmatic por una empresa de Jesse Chacón no va a terminar
ocasionando menos transparencia y más trampa. Asuma que con suficientes
testigos de mesa cualquier peligro se puede conjurar. Olvídese de eso que dicen
unos malintencionados de que “gana el que cuenta los votos”. Y dispóngase a
votar con alegría, entusiasmo y esperanza.
12. Mantenga
la convicción de que es un acto de coraje ciudadano el salir a votar en
cualquier condición. No establezca diferencia alguna entre este momento de
turbulencia constituyente y cualquiera de las anormalidades anteriores. Es más,
ignore el fondo constituyente y no piense en la agenda de centralización del
poder que trae consigo.
13. Por
supuesto no piense que hay ninguna otra opción que el ir a votar. No considere
que el votar en ambientes totalitarios le concede al régimen tiempo para
consolidar el golpe, y reconocimiento por la vía de los hechos. Siga
insistiendo que trabajar con el CNE no es reconocerlo, y que reconocer al CNE
no es convalidar la Asamblea Constituyente.
14. Asuma
que la política es para entendidos. Lo suyo es el silencio y el seguimiento
incondicional a los líderes de hoy. Defiéndalos a capa y espada de cualquier
crítica.
15. Cambie
los términos de la relación entre mandante y mandatario. Ocupe el rol de
mandatario cuando en realidad es el mandante, y transforme a los políticos en
sus amos y señores.
16. Nunca
olvide responder a las críticas con la pregunta “¿Y tú que propones?” que opera
como el abracadabra de la incondicionalidad. Úsela siempre que se sienta
incómodo con el comportamiento de sus líderes. Practíquelo como un mantra, diez
veces al día, escríbalo en sus redes sociales contra todos aquellos que adopten
una posición crítica.
17. Y,
por último, practique la desmemoria. Pase por alto las contradicciones y las
incongruencias. No se atreva a revisar lo escrito, declarado o dicho de una
semana para otra. Finja demencia y no voltee ni hacia atrás ni hacia los lados.
Porque si lo hace, puede ser que agarre desprevenido y sin máscaras a su
verdadero dueño, esta embestida totalitaria que te necesita así, incondicional
y colaboracionista, para mantenerse ellos en el poder, y a algunos selectos
adherentes como ficción opositora.
¡Y que Dios nos agarre confesados!
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