La tosca materia
Por: Víctor Maldonado C.
Fecha de publicación: 19/01/2018
e-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
Norberto Bobbio, jurista, filósofo y politólogo
italiano, se apropió de la última frase del libro de Boris Pasternak, El Doctor
Zivago, para argumentar la fragilidad de las ideas y la inconveniencia fatal de
las utopías. “Ha ocurrido muchas veces en la historia: lo que fue concebido de
un modo noble y con altura de miras se convirtió después en tosca materia. Así Grecia se convirtió
en Roma, así el iluminismo ruso se convirtió en la revolución rusa”.
Lo mismo pensaron von Mises y Hayek. En un primer
momento el problema no estuvo en los sueños de redención que se propusieron
reivindicar alrededor de los derechos del hombre. Von Mises llegó a advertit
incluso que la argumentación socialista lucía seductora, hasta que “llegó el
día en que el socialismo marxista, después de haber tomado el poder, se vio en
la obligación de ejecutar íntegramente su programa y tuvo entonces que
reconocer que no tenía la menor noción de la meta hacia donde se habían
dirigido sus esfuerzos durante decenas y decenas de años”.
La tragedia encuentra su hito en la traducción de
esos sueños en ideas que luego se quieren instrumentar, pero que terminan en
experimentos que fracasan uno tras otro. Así fue como el deseo de igualdad
terminó demoliendo la experiencia vital de la libertad, y la propagación de los
derechos del hombre terminaron convertidos en un acicate para que los gobiernos
asumieran cada vez más poder hasta corromperse absolutamente. En palabras de
Bobbio, “la abismal diferencia entre el cielo de los principios y la tierra donde
chocan fuertes intereses” fue la trampa donde cayeron, y siguen cayendo, todas
las utopías. Y el socialismo no es otra cosa que una fatal utopía que se
transforma es una repudiable distopía cuando se intenta aplicar.
Solo existe la realidad, espacio donde cualquier
oferta se mide por sus resultados. Porque los deseos no empreñan, y el sistema
ideológico -un eufemismo de la mentira- al final tiene que rendir cuentas. El
socialismo, pletórico de ofertas de redención, cuando se contrasta con sus obras,
siempre termina fallo. Es una inmensa estafa que los pueblos pagan con
violencia, inestabilidad, pobreza y represión. Ellos, que enarbolan las
banderas de la felicidad humana, terminan siempre confiscándola, transformando
a los hombres en siervos, mientras practican una odiosa exclusión en la cual
solamente una pequeña y opaca estructura es la beneficiaria de todos los
privilegios.
Si esto es fatalmente cierto, ¿por qué una y otra
vez se cae en la misma estafa? ¿Por qué los venezolanos estamos hundidos en el
fango totalitario? Porque la oferta inicial es la felicidad irresponsable, y la
puesta en escena de un circo para que en la arena los leones devoren a todos
aquellos que supuestamente impidieron el disfrute de la felicidad prometida.
Nada más y nada menos que Pan y Circo.
Esa fue la oferta. Pero esos no fueron los resultados. Porque lo que hay detrás del socialismo no es
un compromiso de redención sino unas insaciables ganas de acumular poder para
compensar las falencias y la tirria de los fracasados que terminan siendo sus
dirigentes. El socialismo es la ideología que enarbolan los perdedores y los
resentidos. Esa es la tosca materia
que transforma una oferta espuria en hambre, miedo, servidumbre y muerte.
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