Decir la verdad



Decir la verdad
Por: Víctor Maldonado C.
e-mail: victormaldonadoc@gmail.com

El ejercicio cotidiano de la libertad está estrechamente emparentado con la capacidad del hombre para decir la verdad. ¿En qué consiste este desafío? En tener plena conciencia de la realidad, sin negarla ni evitarla por más dolorosa que resulte, y en la forja del carácter para administrar la verdad a favor de la justicia y la razón, con plena libertad, pero también son suma compasión por los demás. Por eso decir la verdad requiere algunas condiciones y competencias de personalidad y carácter enfocadas a privilegiar el bien y combatir el mal.

Rüdiger Safranski, filósofo y escritor alemán advierte que “lo opuesto a la mentira no es la verdad, sino la veracidad. El que está persuadido de lo que dice y quiere persuadir de ello a otro, no miente ni siquiera cuando sus afirmaciones son erróneas. Tal como ya advirtió Agustín, la mentira implica la intención de inducir a alguien al error. El mentiroso conoce el verdadero estado de cosas y, por las razones que sea, hace una simulación de hechos falsos. Alguien puede ser arrastrado al error incluso con verdades. Lo decisivo en primera línea es la intención. Mentir es un acto intencional. Se funda en la libertad, o sea, en el hecho de que la conciencia humana puede rebasar la realidad, distanciarse de ella, encubrirla y rechazarla. Una conciencia puede simular algo a otra, y conseguir así que una nada se convierta en ser y, a la inversa, que un ser se convierta en nada”.

La mentira es el principal atributo del mal. El engaño es el principal perturbador de las relaciones entre la gente. También es una carga negativa en las organizaciones, que en buena parte de sus decisiones de delegación parte del principio de buena fe. Por eso supervisores, gerentes y directivos se han preocupado por conocer cuando sus colaboradores dicen la verdad o la evaden. Edward R. Geiselman, profesor de psicología en la universidad de California, ha dedicado su vida a establecer el patrón del mentiroso. A continuación, algunos hallazgos:
  1. Ante las preguntas directas, el mentiroso da pocas explicaciones. No se proveen de historias muy elaboradas. Se concentra en dar respuestas cortas. También suelen repetir las preguntas antes de responderlas, en el intento de ganar tiempo mientras elaboran la respuesta
  2. El mentiroso suele justificarse sin que se le pida. Mientras lo hacen se mantienen atentos a las reacciones de su interlocutor para comprobar si la invención está dando sus frutos.
  3. Por lo general inician su relato lánguidamente para que les dé tiempo a imaginar la historia y comprobar la reacción del interlocutor. Pero en cuanto la tienen razonablemente estructurada, comienzan a hablar rápidamente porque creen que un discurso lento resulta sospechoso.
  4. Los mentirosos suelen acortar las frases con más frecuencia que la gente que está diciendo la verdad. Comienzan su respuesta, se reafirman y no terminan la frase.
  5. En el transcurso del argumento que presentan los mentirosos tienden a presionar los labios cuando se les pregunta por una cuestión sensible, o comienzan a jugar con el pelo o manejar nerviosamente los dedos de la mano, o intentar inconscientemente otra forma de acicalamiento. A veces también se señalan a si mismos con las manos.
  6. A diferencia de los que responden con sinceridad, cuando a los mentirosos se les reta a dar más detalles por lo general optarán por no especificar más.
  7. Cuando se le formula una pregunta difícil, la persona sincera aparta la mirada para concentrarse, mientras que el individuo deshonesto mira hacia otro lado por poco tiempo.
Un gerente que dude de la sinceridad de un argumento puede intentar usar una de las técnicas que el profesor Geiselman enseña a los detectives para averiguar la verdad. El método se llama “entrevista cognitiva”, que consiste en pedir al interrogado que cuente su historia ce manera inversa, empezando por el final hasta llegar al inicio, exigiéndole en cada tramo que aporte la mayor cantidad de detalles posible. Según los hallazgos del experto “Esta táctica aumenta la carga cognitiva para empujar al sujeto al abismo”. También es un buen método preguntar primero por lo general y seguir después con cuestiones más específicas para obtener una información más completa. Y, por último, no interrumpa nunca a su interrogado, déjele hablar y utilice los silencios para animarle a hablar.

El mentiroso también puede ser evasivo. Cambiar de tema, perderse en argumentos y anécdotas, tratar de menospreciar el hecho, intentar que pierda interés, también pueden ser estrategias defensivas para sortear el obstáculo. Una conversación enfocada y firme en no salirse del tema tratado puede ser el mejor antídoto para intentar una difícil conversación sobre la verdad de algún hecho. Ronald Reagan solía decir “confíe, pero verifique”. Me parece una excelente recomendación gerencial del que fue un gran presidente.

@vjmc

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