El último Madurazo
El último Madurazo
Por: Víctor Maldonado C.
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
05/09/2018
Venezuela vive tristes tiempos de bancarrota. El
socialismo del siglo XXI se exhibe con su mortecina y sus jirones, dando pena
ajena, pero resistiéndose a morir. Ayn Rand, tal vez imaginando situaciones
similares, que toda su vida advirtió como posibles, señaló que, frente a las
épocas de ruina, los individuos solo tienen dos cursos de acción posibles:
“Pueden evadir la realidad de su situación y actuar frenéticamente, a ciegas,
siguiendo la conveniencia del momento, sin atreverse a mirar hacia adelante,
deseando que nadie diga la verdad, pero esperando contra toda esperanza, que
algo los salvará, de alguna manera. O pueden reconocer la situación, revisar
las premisas, descubrir sus activos ocultos, y comenzar a reedificar”.
Con esa frase podríamos terminar el artículo. Pero
vale la pena abundar a los fines de la pedagogía política. Nicolás Maduro acaba
de darle más velocidad al derrumbe del país, y al colapso de cualquier
esperanza de rectificación. Los socialismos son recalcitrantes en el error,
entre otras cosas porque creen que la utopía es perfecta y realizable, solo que
ellos, sus autores, son incapaces de dar con la intensidad correcta, con la
sincronía perfecta. Por lo tanto, nunca desmayan en el intento, no tienen
reversa analítica e insisten obsesivamente hasta que todos ellos son aplastados
por la fuerza de la realidad.
El régimen sufre de déficit de realidad y exceso de
falacias, argumentos verosímiles, pero falsos. Del régimen no se puede esperar
intelección sino el fatal anclaje al error. El grupo de personas que dirigen
toda esta destrucción padecen de egolatría ideológica, dicen por ejemplo que, si
el país no es de ellos, no es de nadie, y un mesianismo que los transforma en
capaces de todo y buenos para nada. El diletantismo con el que asumen tareas
complejas, el extremo voluntarismo exigido, el desprecio a la técnica y a
cualquier competencia gerencial, la sublimación de lo grotesco, y la
celebración de falsas analogías, como la que ensalza al chofer que conduce al
país, o la que celebra que un obrero sea el presidente, no son sino
demostraciones de un síndrome psicopático en cuya mezcla resaltan además la
imposibilidad de rectificar, la teatralidad y las puestas en escena, la
confusión sistemática de los planos de la realidad, la obsesión por el poder,
la manipulación de la verdad y una intensa falta de empatía.
Todas estas características se pusieron en juego en
ocasión del Madurazo, una especie de “mueran Sansón y los Filisteos” que
intensificó hasta el ridículo el intento de hacer obedecer a la realidad, de
reducirla al plan, y de violar todas sus reglas, creyendo que bastaba con
exterminar a los que se oponían para doblegar las circunstancias y hacer entrar
en razón a la economía. La trama es insólita.
El PIB venezolano se ha desplomado. La industria
petrolera se ha venido a menos. Mas de dos tercios de los activos empresariales
del país se han esfumado, la agroindustria denuncia que se han perdido
temporadas de cosecha, que se ha sembrado mucho menos, y por supuesto, la
hiperinflación es el quinto jinete del apocalipsis y la undécima plaga de
Egipto, y sin embargo, el régimen decide unilateralmente, sin aviso y sin
protesto, de una sola vez, aumentar treinta y seis veces el salario mínimo,
nivelar las pensiones y además, promete pagar noventa días de sueldo de toda
-óigase bien- toda la población económicamente activa, que suman unas 14 millones
de personas. Eso significaría un sacrificio fiscal equivalente a 400 millones
de dólares mensuales, que obviamente no se tienen. Y si no se tienen ¿de donde
los van a sacar? De la nada, de la chistera, porque ellos creen que pueden
decretar el “hágase el dinero” sin pasearse por el proceso de generación de
riqueza que le otorga validez. En el mundo de la no realidad, del sin sentido,
todo puede ocurrir, pero cuando lo trasladan a la realidad no es lo que ellos
imaginaban. No es la estabilidad sino la total convulsión. No es la detención
de la crisis, sino su aceleración. No es la solución, sino un problema
agravado, que va a ocasionar más muerte, más desplazamientos forzados, más
calamidades.
La tasa de suicidios se ha incrementado en
Venezuela. Porque ¿cómo se imagina el ciudadano este Madurazo? Como un alud
insalvable, que le da mucha rabia, que le provoca mucha indignación, pero
también mucha desesperanza. El régimen podrá pensar que esos casos son efectos
colaterales de su propia trama. ¿Cuál es la trama? Destruir para dominar.
Disolver para ocultar culpas. Negar para no asumir la responsabilidad por las
consecuencias. Conservar lo único importante para ellos, el poder. Y ellos
creen que lo pueden lograr si apalean al país hasta convertirlo en una víctima
incapaz de defenderse, y que no ve otra salida que la muerte o la huida.
Por eso mismo no se debería analizar el Madurazo
solamente como un nuevo descalabro económico. Es algo más, un intento que busca
descoyuntar la integridad mental y emocional de los ciudadanos. Es desolación
administrada en dosis muy altas, y a la vez una trampa mortal, un laberinto
lleno de equívocos detrás de los cuales se esconde la mano de hierro que comete
delitos de lesa humanidad sin que le tiemble el pulso. Los socialismos solo son
buenos para destruir.
El combate de la desesperanza aprendida es tarea
fundamental de los líderes. Contra el frenesí destruccionista hay que oponer la
verdad, la integridad y las opciones para salir de esto. Agradezco este trío
irrebatible de acción política al profesor Daniel Lahoud. La verdad es que el
régimen está muy débil, practica la equivocación con persistencia, pero es muy
dañino, y lo seguirá siendo mientras siga en el poder. La verdad es que los
venezolanos, acompañados por la comunidad de naciones democráticas, no pueden
dar su brazo a torcer. La protesta, la impugnación, el descrédito y la denuncia
son tareas que se nos han impuesto por la fuerza de las circunstancias. La
verdad es que el régimen acumula crisis, y alguna de ellas le va a explotar en
la cara, y a partir de allí todo será llanto y crujir de dientes para ellos. La
verdad es que todas las instituciones, toda la burocracia al servicio del
estado mira con sorna y toma distancia de los que han causado esta hecatombe.
También los militares. La verdad es que el régimen ha penetrado con su
corrupción y capacidad de extorsión a muchos sectores de la sociedad, y por lo
tanto, hay que exigir integridad, honestidad y coraje a los que aspiran a
liderar el cambio y la transición. La verdad es que lo único que estorba es el
socialismo del siglo XXI, porque este país tiene arreglo, aunque sea duro y
agreste el camino a su reconstrucción. La verdad es que la base social
construyó consensos de hecho, que son más importante que cualquier unidad
forzada. La verdad es que estamos preparados y dispuestos para iniciar el largo
camino de nuestra propia liberación.
La diferencia entre el Madurazo y el resto del país
es que, mientras el primero no es otra cosa que estertores terminales de un régimen
sin futuro, los nuestros son dolores de parto. Ojalá América Latina entienda y
asuma esta experiencia ajena a ellos, pero peligrosa y tentadoramente cercana.
El socialismo es charada, fraude y malandreo. No se dejen, porque veinte años
es toda una vida.
@vjmc
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