Todo depende de ti


Todo depende de ti
Por: Víctor Maldonado C.

Son tiempos en los que es muy fácil asumir la derrota como el resultado de la adversidad. Todos tenemos a la mano la dureza de la economía, la tragedia de una política que por todos lados decanta dificultades insalvables. La excusa está a la mano para ratificar lo que todo el mundo insiste en creer: que en este país no se puede tener éxito. Pero antes de asumir ese aserto como verdad dogmática e irrebatible debemos recordar que en todo lo humano hay una imbricación estrecha e ineludible entre virtud y fortuna. Maquiavelo, más que ningún otro pensador se preocupó por esa relación. Él fue el que llegó plantear que la virtud no se podía comprender solamente como mero cálculo racional. Va más allá de eso. Supone deliberar sobre el momento y tomar las decisiones que deban tomarse. No se queda en la reflexión contemplativa, sino que se obliga a actuar. Respecto de la fortuna, él advirtió que se trata de intentar conocer sus reglas y de anticipar sus efectos indeseables e incontrolables para tratar de compensarlos y administrarlos a través de la práctica de la virtud. Para Maquiavelo todo el esfuerzo debe concentrarse en transformar la penuria en bienestar. Y eso depende de cada uno.

El éxito es un concepto escurridizo, y la mayoría de las veces frustrante. Laura Nash y Howard Stevenson escribieron al respecto un artículo decisivo para Harvard Business Review de febrero 2004. En Success that Lasts reportan una investigación sobre lo que significa para la gente el éxito. Los factores comunes que identificaron hacen pensar que el éxito se trata de “querer construir algo de valor duradero en un mundo en que las cosas cambian a diario, entendiéndose por valioso la perdurabilidad en el tiempo de dichas acciones y la manera en que afectan positivamente la vida de los demás”. En concreto se refieren a que el éxito está vinculado al alto rendimiento de las metas planteadas, la armonización de objetivos múltiples, la capacidad de experimentar el placer, la capacidad de crear relaciones positivas, y un valor en los logros que puedan transformarse en un legado. Dicho de otra forma, todo parece indicar que el éxito implica algo más que una extenuante carrera a la línea de meta. No es solamente eso. También implica sumar felicidad (sentimientos de placer o satisfacción sobre el curso que está tomando tu vida); logro (beneficios que se comparan favorablemente contra el esfuerzo de otros para lograr objetivos similares); significado (la sensación de que has tenido un impacto positivo en las personas que te interesan); y legado (el modelaje de los valores asumidos y logros obtenidos para ayudar a otros a encontrar el éxito futuro).

Maquiavelo, Nash y Stevenson vienen al caso porque todos ellos coinciden en que no hay excusas para intentar el éxito. La adversidad y la dureza del entorno no son atenuantes sino pruebas más exigentes sobre la capacidad personal de resolver, movilizar y prever. Por cierto, las malas épocas son tiempos buenos para desenmascarar las falsas acepciones asociadas a esa palabra. No es exitoso el que sea infeliz, aunque sume reconocimientos y dinero. No es exitoso el que utilizando atajos acumule riquezas, pero no tenga como justificarlas. Tampoco lo es el que escala indebidamente y el que debe sus victorias a la violencia, la trampa artera, la mentira o el fraude. Y quien no pueda ser narrado con orgullo por los que los conocieron y estuvieron cerca. Maquiavelo decía al respecto que “no se puede atribuir a la fortuna o a la virtud lo que se consiguió sin la ayuda de la una y de la otra”. Para el escritor florentino “la falta de humanidad, la crueldad y la maldad nunca colocarán a nadie en la lista de hombres ilustres”. Podrán vencer, pero nunca podrán convencer, como bien dijo Don Miguel de Unamuno.

El éxito y la felicidad son decisiones de vida. No dependen de los demás, tampoco tienen que ver con la rudeza del entorno. No son tampoco el resultado del “pensamiento positivo”, ni del intento siempre vano de separar las emociones de las percepciones, ni de aceptar lo ilusorio como real. Nada de eso ayuda. Se trata de ver las cosas tal como son, y entendiendo que vivimos en un mundo que está lleno de peligros y oportunidades distribuidos paritariamente, y que es posible vivir la mayor de las felicidades si eso es lo que te propones. Siempre va a depender de ti. Siempre tendrá en ti el maravilloso autor de tus días. Siempre requerirá de ti el que te pares frente al mundo, no para huir de él, sino para afrontarlo, con sus días buenos y malos, con sus etapas que te reconcilian y con otras que te provocan rupturas. Pensando en ti, en tus logros, en las satisfacciones que te provocan, en el modelaje que aportas a los demás, y en la esperanza en que algún día digan de ti: “le conocí y estuve cerca de quien a través de su coraje cotidiano, nunca se dejó vencer”.

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