Nicolás Maduro: "Nuestra democracia es proteger".


Nicolás Maduro: "Nuestra democracia es proteger"
Las mentiras de Maduro no protegen a nadie.

Nuestra democracia es distinta a todas. Porque todas las demás —en prácticamente todos los países del mundo— son democracias formadas por y para las élites. Son democracias donde lo justo es lo que le conviene a unos pocos. Son democracias clasistas, donde los muchos son vistos como más en cantidad, pero menos en calidad.
Los venezolanos tenemos en la mentira un enemigo portentoso. Vivimos un régimen de eufemismos en donde toda palabra usada tiene un significado siniestro. No vivimos una democracia, ni los sectores populares se han empoderado. Es todo lo contrario. Sufrimos una cruel tiranía cuyos intereses están vinculados con el crimen organizado, la narcoguerrilla, el terrorismo y una corrupción generalizada.
En Venezuela, no. En Venezuela, la democracia es para los muchos, y lo justo es lo que es bueno para toda la gente. Y como las necesidades de la gente cambian, se articulan y se renuevan, es que el nuestro es un proyecto revolucionario que está en permanente cambio.
Nicolás Maduro distorsiona la realidad cuando afirma que “su proyecto revolucionario es democracia en permanente cambio”. Ni es democracia ni permite progreso. Somos el país con menores libertades en el hemisferio. Con la peor calidad institucional y con un desempeño económico de tan baja calidad que tiene a más de la mitad de las familias venezolanas en condición de no poder comer.
La revolución del socialismo del siglo XXI es colapso y violencia. No en vano se ha declarado una crisis humanitaria y por nuestras fronteras se han ido más de cinco millones de venezolanos, cifra equivalente al 16% de toda nuestra población. Si fuera cierto lo que dice Nicolás Maduro, no estuvieran preparándose campos de refugiados en Brasil y Colombia. La realidad es atroz.
Por ejemplo, hace 20 años era normal nacer en Venezuela en medio de la violencia obstétrica. Y estaba lejos de todos nosotros imaginar siquiera que en el momento del parto no se juega solamente la salud del recién nacido, sino también la salud y los derechos de una madre y su familia. Pero la revolución cambió y se volvió feminista. Y entre todos y todas decidimos remover la violencia machista de nuestro sistema de salud y empoderar a las mujeres a través del programa nacional de parto humanizado, respetando su proyecto y decisiones de alumbramiento y crianza.
En nuestros hospitales públicos se vive un explicable colapso. Sin presupuesto, equipos y medicinas disponibles, la gente es atendida sin ningún respeto por su dignidad. Mujeres que paren a sus hijos en el piso. Ancianos que mueren en sus puertas porque no pueden ser atendidos. Niños que son expulsados de los hospitales porque sus padres protestan la falta de medicamentos contra el cáncer. Jóvenes que caen en una desnutrición irreversible. Todas estas imágenes son parte de una misma pesadilla de desatención, colapso e indiferencia criminal. ¿Con que cara se presente Nicolás Maduro para afirmar lo que es público y notorio?

Hace 20 años, antes de nuestra revolución bolivariana, era normal echar la culpa de la cesantía de los jóvenes a los propios jóvenes, y estaba instalada la idea de que los pobres lo eran porque eran flojos y que por flojos merecían una salud paupérrima, sueldos de hambre y vivir sin techo. Pero con nosotros en el Gobierno la cosa cambió. Y supimos decir con fuerza que no es justicia que alguien siga siendo pobre si trabaja todo el día. Por eso es que durante los Gobiernos chavistas hemos promovido una política de pleno empleo, y en mi Gobierno hemos lanzado, gracias al carnet de la patria —que es un sistema que integró digitalmente a todos y todas las venezolanas y venezolanos— el plan Chamba Juvenil, para garantizar a nuestros jóvenes el acceso al trabajo y a su porvenir.
En los últimos 20 años se han perdido dos tercios de las empresas del país, y con ellas se han ido millones de empleos. Los jóvenes emigran porque no encuentran condiciones mínimas para concretar sus proyectos de vida. La moneda ha colapsado y perdido todo valor por la hiperinflación que provoca el más desordenado e irresponsable populismo fiscal. Trescientos mil jóvenes pobres han muerto víctimas de la violencia. Otros viven en las riberas de los ríos contaminados con aguas servidas de nuestras ciudades para “pescar” algo de valor. Y muchos revisan la basura para buscar algo que comer. No es posible ocultar la realidad de la revolución del fracaso, el hambre, la indignidad y la indigencia.
Dijimos también hace 20 años, que era injusto que la vivienda propia fuese un sueño para el pueblo, pero realidad solo para las élites, y entonces creamos el plan Gran Misión Vivienda, con el que hemos construido y entregado más de dos millones de viviendas de calidad y gratuitas a las familias, y con el que tenemos proyectado llegar, en pocos años más, a los cinco millones de viviendas construidas.
Nicolás Maduro no dice que para cada uno de sus proyectos populistas ha patrocinado una maquinaria de corrupción que arruinó al país. Obras públicas de mala calidad y grandes sobreprecios son solo parte de un engranaje propagandístico que multiplica por miles la escasa realización. La gran misión vivienda, de la que están muy orgullosos, no ha sido nunca auditada, tampoco otorga la propiedad a los adjudicatarios. Y no lo hace como estrategia de dominación, para mantenerlos extorsionados y en condiciones de servidumbre. Ni las cifras, ni el impacto en la prosperidad son ciertas. Un país condenado a la miseria no es compatible con la versión oficial que nos supone a todos felices y satisfechos.
A partir de este año, además, implementaré un nuevo plan de Seguridad Social para que Venezuela vuelva a tener esa educación y salud que tuvo hasta antes de las embestidas y la guerra económica, y que nos tenía como ejemplo de calidad para Latinoamérica. Una Seguridad Social que estará sostenida sobre una economía productiva estable, soberana y próspera, y no sometida a los vaivenes de los precios del petróleo.
Todos los servicios públicos han colapsado. La economía con la más alta hiperinflación de la historia ya no puede ofrecer ni prosperidad ni libertas. El régimen sigue ofreciendo lo que, en la actualidad, con todo el poder del que ha dispuesto, no es capaz de brindar. Un régimen que ha destruido las bases productivas de la nación no puede ofrecer seguridad social a nadie. Los venezolanos odian este socialismo nefasto. Quieren que de una vez por toda se vayan. No aceptan más promesas espurias. Quieren cambio. Quieren la dimisión de esta pavorosa tiranía.

La revolución económica de este nuevo período bolivariano tiene que ser innovadora y creativa. Porque decidimos responder al bloqueo comercial inhumano al que nos han sometido los Gobiernos de Estados Unidos y de Europa, y que tanto daño han hecho a nuestro pueblo, con la invención de la primera criptomoneda respaldada en riquezas del mundo, el petro, cuyos beneficios ya se están invirtiendo, inmediatamente, en la gente, como siempre lo hemos hecho.
Los venezolanos no queremos una innovación más de esta revolución. Hasta la fecha toda esa creatividad se ha traducido en pobreza, represión, hambre, fractura familiar y muerte. El manoseo de la economía nos ha expropiado nuestra capacidad productiva y ha creado una nomenclatura de funcionarios corrompidos que se han enriquecido junto a empresarios inescrupulosos.

Porque para nosotros es esencial en nuestra democracia que la economía esté al servicio del pueblo y no el pueblo al servicio de la economía. Una economía que es pura especulación, y no considera como prioridad la prosperidad y la soberanía del pueblo, es hambre para hoy y mañana pan para el imperio. La economía es el corazón de nuestro proyecto revolucionario. Pero en mi corazón está primero que todo la gente. La economía o es para el pueblo o es abuso. Para nosotros, los bolivarianos, la economía es justicia y la democracia, protección.
Una economía al servicio del pueblo produce riqueza, prosperidad, abundancia de bienes y servicios, seguridad y abundancia institucional. Lo que ofrece Nicolás Maduro es socialismo, hambre, exclusión y muerte. Se equivoca Nicolás Maduro al intentar la demagogia más pueril, que ni llenan el estómago de los hambrientos, ni curan a los enfermos, ni salvan a nuestros jóvenes de la violencia.
En Venezuela usamos una hermosa expresión para llamar a los amigos: “Mi pana”. Tiene varias explicaciones, pero para mí es porque acá un amigo es un pedacito de las entrañas de uno. Y eso mismo es, para nosotros los bolivarianos, la convivencia democrática. La nuestra es una democracia de panas, porque para nosotros la Patria es el pana y el otro, mi entraña. Porque para nosotros solo hay libertad y democracia cuando hay un otro que piensa distinto al frente, y también un espacio donde esa persona pueda expresar su identidad y sus diferencias. Por eso es que nos hemos empeñado con pasión en transparentar, en respetar y en hacer respetar las leyes electorales para las elecciones del próximo 20 de mayo. Estamos compitiendo junto a otros cuatro candidatos, todos distintos, pero todos respetuosos del acuerdo de garantías democráticas suscritas por 14 de los 18 partidos políticos existentes en Venezuela. Y ese proceso será limpio y modelo, tanto y más que las decenas de elecciones en las que hemos participado los venezolanos en las últimas dos décadas.
El régimen está montado en una parodia republicana. Nada es como lo afirma el tirano. Lo que ha venido ocurriendo en los últimos tiempos es una estafa serial a las instituciones y al ciudadano. Nadie puede hablar de competencia electoral porque no hay una sola condición que le de vigencia a la capacidad ciudadana de escoger con libertad. El régimen está avanzando en la trama de un golpe de estado continuado que busca eliminar cualquier competencia pluralista para implantar el comunismo de partido único que es compatible con su estilo de hacer política.

Lo que pasa es que nos cansamos de vivir polarizados, y decidimos convertir la violencia política de las guarimbas en poder constituyente, y encontrarnos en una Constitución hecha por el pueblo y para el pueblo. Por eso es que entiendo la desesperación de las élites, que por décadas se dedicaron a convertir al pueblo en populismo, en insulto, en tirria y en barbarie. La nuestra en cambio es una democracia orgullosamente popular, qué duda cabe. Es una democracia de la gente.
La fraudulenta ANC es el arma que tiene el régimen para abolir definitivamente todas las libertades. Un proyecto constitucional sin debatir con nadie quiere ser impuesto por la fuerza. En eso consiste la barbarie del socialismo del siglo XXI. La lógica de los hechos cumplidos, el imperio de la mentira, la práctica del eufemismo y el abuso de los falsos mitos. Chavez no es otra cosa que un falso ídolo, perpetrador de la destrucción del país, demoledor de las libertades y patrocinante de la corrupción hemisférica. Su objetivo nunca fue la felicidad de los pueblos sino su perpetuación en el poder. Su heredero es incluso una versión desmejorada de todo lo malo que él era.
Una democracia que es también latinoamericana, africana e indígena. Porque en Venezuela tenemos un rito y un mito fundacional. Tenemos a Bolívar y a Chávez. Que no son pasado, pero son historia. Y siendo historia son también nuestro presente, porque son el sentido desde donde guiamos nuestro porvenir. Somos una democracia única porque somos una democracia de panas, justa, latinoamericana, popular, bolivariana, y donde el otro es la Patria y la Patria somos todos, aquí y ahora, avanzando juntos. Porque, como dijera Neruda:

“Que no nos juntaremos en la altura
que bajo la tierra nada nos espera
pero sobre la tierra vamos juntos
Nuestra unidad está sobre la tierra”.

Nicolás Maduro Moros es presidente de Venezuela.
Nicolás Maduro Moros no es presidente de Venezuela. Es un tirano cruel y violador de los derechos humanos. No nos confundamos. Una cosa es lo que él dice, y otra, radicalmente diferente, es lo que él hace.

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