La irrelevancia contumaz
La irrelevancia contumaz
por: Víctor Maldonado C.
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
18/06/2019
Cuenta Pu Yi en su biografía que tenía especial
aprecio por una frase de uno de sus ancestros, Yung Chen (1678-1733). “Se debe confiar en el hombre, pero nunca
confiar completamente. Si esto no se entiende, es imposible hacer un uso
correcto de las personas. Uno solo puede tener fe en los hechos del pasado,
pero hay que vigilar el futuro”. Si nos guiamos por lo que terminó siendo su
vida, nunca entendió el sentido de las palabras del cuarto emperador de la
dinastía Qing. Su historia estuvo
marcada por la mala fortuna, muy poca sensatez y muy malas decisiones. La
última de ellas, haber convenido con los japoneses el ser el titular de un
gobierno títere en Manchuria, durante la segunda guerra mundial.
Pu Yi fue emperador tres veces. Dos en China y una
en un territorio ocupado por una potencia agresora. Vivió buena parte de su
vida como tal, pero nunca gobernó. El suyo fue un poder de ficción, aferrado al
ceremonial, a cargar con su corte y a lidiar con su esposa y su concubina. Todo
lo demás era decidido por otros, con otros intereses que, si bien lo
conservaban por su potencial importancia, nunca le concedieron la mínima
oportunidad de ser lo que él aspiraba.
De allí que cada vez que tengo que imaginar en qué
consiste la irrelevancia me viene a la mente la trágica e insignificante vida
de Pu Yi, emperador de Manchukuo, un reino inexistente con un gobierno de
opereta, concebido por los japoneses para encubrir lo que en realidad era su
propia versión del lebensraum alemán: la esfera de coprosperidad de la
Gran Asia Oriental”.
Pero aclaremos cual es la esencia del arquetipo.
Este personaje es irrelevante porque tuvo poca o ninguna importancia en su
propia trama histórica. Porque el esfuerzo que invirtió en dirigir el curso de
su propia vida fue mínimo o intrascendente, y al final no tuvo notabilidad
alguna. Todo lo demás es anecdótico y poco importante a los efectos del
análisis que quiero proponer.
Venezuela está al borde de perder esta nueva
oportunidad. La iniciativa de la Asamblea Nacional legítima, que invocó el 233
Constitucional, por la cual desconocían el régimen de Nicolás Maduro y
designaban al presidente del parlamento como titular interino del gobierno
nacional, está irremisiblemente perdida si sigue transcurriendo entre la
ineficacia y los escándalos de corrupción, que son obvia consecuencia de un
manejo sectario, ainstrumental y no estratégico de las decisiones que se toman.
Se es ineficaz cuando no se logran resultados. Se
es corrupto cuando hay abuso del poder encomendado para lucro privado, no se
rinden cuentas y se permite que los recursos, que siempre son escasos, se usen
sin criterio. Se practica el sectarismo cuando se privilegia el proyecto
personal sobre el interés general y no se tolera al que piensa diferente, que
comienzan a ser ignorados. La ainstrumentalidad es la incapacidad para conectar
eficazmente medios disponibles con fines deseados, y la falta de estrategia se
sufre como improvisación, disociación y diletantismo. La tormenta perfecta que
significa el que confluyan todas estas características tiene como únicas
consecuencias posibles la pérdida de oportunidades y la irrelevancia creciente.
La incapacidad para que ocurra el cese de la
usurpación en el corto plazo coloca al país en una terrible encrucijada.
Podemos volver a perder un lustro, una década, o todo el tiempo que medie entre
la confluencia de una nueva oportunidad y la vigencia de un liderazgo que
quiera asumir la estrategia del coraje.
Lo que en un principio se vio como una gran
oportunidad que nos entusiasmó a todos, ahora se ha convertido en un problema
reputacional y de política exterior de los aliados que generosamente
reconocieron el gobierno provisional. No hay una sola promesa que se haya
honrado. Ni una sola iniciativa que haya tenido éxito. Desde afuera es muy
probable que aprecien un barullo incomprensible, con excesos de vocerías desarticuladas
y contradictorias, iniciativas discutibles que se llevan delante de manera
inconsulta, y una agenda institucional que en nada se parece al sentido de
urgencia de los venezolanos que sufren.
Imaginen ustedes que un embajador aliado deba
presentar un informe sobre la agenda de temas parlamentarios. ¿Qué puede decir
sobre la retahíla de acuerdos y propuestas intrascendentes, mientras se niegan
a discutir otras que pueden ser interesantes a los ojos de los aliados como
señales de disposición al trabajo que requiere el cese de la usurpación? ¿Qué
informe puede dar de la gira continua de los proto-ministros del gobierno de
transición, con su plan bajo el brazo, mientras la usurpación sigue haciendo
estragos y no hay forma de lograr que cese? Ese informe no podrá decir tampoco
cómo se transformó una deuda ilegal en una cuyos intereses se deben honrar, sin
que haya procedido la autorización del pleno parlamentario. Y tampoco podrá
encontrar una razón por la que se han negado sistemáticamente a debatir la
invocación del artículo 187 numeral 11 de la constitución que permitiría el
ingreso de fuerzas militares extranjeras.
El diplomático no tendría cómo informar de donde
salió el mandato para iniciar diálogos en Oslo, porque tampoco pasó por la
Asamblea Nacional, y cómo se ha ignorado olímpicamente el estatuto que rige el
gobierno provisional, que debería regular e intentar una institucionalización,
aunque sea precaria, de los actos de gobierno. No hablemos de los fiascos de la
ayuda humanitaria, ni los inexplicables sucesos del 30 de abril. No abundemos
en el rol extraoficial del jefe de Voluntad Popular en las decisiones del
gobierno, y tampoco de la forma como se están manejando recursos aportados para
la lucha política.
Ese embajador muy probablemente deberá reportar que
los esfuerzos se han concentrado en donde tienen menos impacto para el cese de
la usurpación. Tal vez comiencen a pensar seriamente en que esta iniciativa
está perdiendo tracción luego de demasiados meses y demasiados fiascos. Que han
dejado de ser previsibles, y que no notan disposición democrática a enmendar la
ruta. Si tiene que acompañar este diagnóstico con una recomendación,
posiblemente sugerirá que hay que esperar, porque el panorama no está claro.
Por eso la irrelevancia va siendo el resultado previsible pero indeseado de un
manejo inadecuado de la coyuntura política, convirtiendo en vientos en contra
los que hasta hace muy poco soplaban a favor. ¿Y entonces qué hacemos?
Inventariemos primeros los efectos perversos de la
irrelevancia:
1.
Se ha perdido la iniciativa política y ya no
manejamos con fluidez la agenda.
2.
Los fiascos seriales han tenido un efecto
corrosivo en la confianza internacional. No se puede confiar en un aliado que
miente, o que transmite información imperfecta sobre hechos ocurridos o por
ocurrir, o que tiene demasiados voceros, que para colmo no tienen una versión
unívoca sobre el diagnóstico y las prioridades.
3.
Se ha invertido la relación. Ahora son los otros
países los que quieren resolver su problema venezolano. Hemos caído en
el plano de la retórica diplomática (que es improductiva), en la indiferencia,
y en el abismo de los diálogos, negociaciones, encuentros y transacciones entre
dos versiones del país político que se reconocen y convalidan mutuamente.
4.
Los países del continente están dejando de
concebir que la sobrevivencia del socialismo del siglo XXI en Venezuela es
también para ellos una condena con el plazo pospuesto. Esto es lo más
peligroso.
El tiempo es una variable crucial en la política.
En casos como el venezolano, con dos gobiernos, uno de facto e ilegítimo, y
otro legítimo, pero sin otro poder que la creencia en su validez, sin duda que
el tiempo que pierde uno lo gana el otro. Pero no solo porque se mantiene un
statu quo muy precario y doloroso para los ciudadanos. Es que el juego se
debate en el terreno donde se lucha por magnificar la irrelevancia del
contrario, muy peligroso para los demócratas que podrían ver cómo se plantea
una de las siguientes alternativas:
A.
El juego de guerra de trincheras, donde
gana el más eficaz y el que tenga más recursos para resistir, mientras el otro
desaparece.
B.
El juego de Bashar al-Ásad, “la resistencia
heroica de la tiranía” y la somalización del país, donde gana el que
sobreviva con dominio parcial de territorio, en un país destrozado y
descoyuntado, pero que el hastío y la necesidad de lograr una normalización del
conflicto, terminan por reconocer como aceptable al que poco antes era el
enemigo del mundo libre.
En ninguno de estos escenarios puede ganar el gobierno
provisional invocado desde el 233 constitucional. Por tres razones, al actual
titular le quedan seis meses, y al parlamento 18 meses. Porque no hay una
mirada unívoca del proceso político desde los bloques parlamentarios que hacen
vida en la Asamblea Nacional, lo que hace difícil garantizar que el cese de la
usurpación sea un enunciado que asuma el próximo titular del gobierno
provisional. Y porque el régimen persiste en la tarea de rebanar la
representación de los diputados, allanando su inmunidad, apresándolos u
obligándolos al exilio. Estas circunstancias requerirían un juego mucho más
fino que el que se está practicando, y con más sentido de urgencia. ¿Tenía
plena conciencia Pu Yi de todas las conjuras que gravitaban sobre su suerte?
El error de enfriar las relaciones con los
gobiernos del continente (Estados Unidos incluido) para ir al abrazo de la
mediación noruega es otro dislate dentro de la misma sinfonía de traspiés. No
solo porque se desfiguró la nítida imagen del usurpador, sino también porque el
régimen es especialista en transformar esos episodios en tiempo ganado para
ellos. No deja de ser importante, a los efectos del análisis, que tal decisión,
incluida la designación de los representantes y negociadores, se tomó sin que se
debatiera en la Asamblea Nacional (titular del poder provisorio) y mucho menos
se notificara al país. En este caso, lo intolerable son dos aspectos: la
excesiva arbitrariedad, y que una y otra vez, al descubrirse lo que están
haciendo, deban hacer un agotador control de daños que los muestra muy
autoritarios y crecientemente deshonestos.
Mientras tanto, el tiempo pasa, las condiciones del
país se envilecen, y vemos como se cierran las posibilidades del 233
Constitucional sin haberlo desarrollado completamente: Ese es el peligro de
volver a caer en la irrelevancia contumaz. No es, por tanto, un hecho fortuito
de corrupción lo que me preocupa, sino la secuencia que nos lleva fatalmente a
la intrascendencia de este esfuerzo, y a la corrupción de sus operadores.
Me llama la atención que la cultura de la
prepotencia autoritaria haya cundido en los que han tenido la oportunidad de
liderar este proceso. La persecución y la organización de embestidas
perfectamente articuladas contra los que disentimos de la forma y el fondo de
esta experiencia ha sido notable. El acoso a periodistas que buscan la verdad y
la obvia alineación de otros que operan como amplificadores propagandísticos es
inocultable. Se hace sin falsos pudores. El uso del dinero, sin rendir cuentas
ni dar explicaciones, para beneficio de una corriente de oposición que quiere
ser hegemonía, nos deja el mal sabor de presentir que esta dictadura, si cae,
puede ser fácilmente sustituida por otra, igualmente amoral y tendenciosa como
la que queremos superar.
Porque mientras los venezolanos siguen huyendo
despavoridos, o sufriendo los rigores de un país devastado, se aprecia por otra
parte una dirigencia empalagada consigo misma, enarbolando una heroicidad de
opereta, perdida en el laberinto de su propio afán para lograr la
intrascendencia, y practicando la misma lógica cortesana y desconectada que
malogró la vida y propósitos de Pu Yi, el último emperador.
Twitter: @vjmc
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