Sistemas Perversos y Elecciones Libres
Sistemas Perversos y Elecciones libres
Por: Víctor Maldonado C.
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
Venezuela vive de nuevo un episodio de lamentables
tentaciones. Se habla ahora de la posibilidad de unas elecciones pactadas entre
el régimen usurpador y los negociadores del presidente Guaidó. Una salida por
el flanco imposible, lleno de cláusulas condicionales, muy alejado de la
calibración estratégica que nos exige evaluar los principios y precedentes que
caracterizan al socialismo del siglo XXI, recordar sus trampas, su
indisposición a renunciar a la violencia y al ventajismo, sus instituciones
espurias, el descontrol totalitario con el que ha sometido al país, el
descalabro de toda instancia de gobierno, y la articulación de alianzas y
coaliciones con cualquier tipo de empresa del mal que los beneficie, sin
importar el daño implícito que por eso mismo ocasionen. Todo esto es
comprobable, y sin embargo la tentación allana la razón de los demócratas y
coloca al país en la imposibilidad de salir del abismo en el que se encuentra.
El régimen usurpador no es un gobierno tradicional.
Es un sistema perverso cuyos insumos, resultados y funcionamiento tienen su
propia racionalidad: el mantener el poder a cualquier costo para continuar
el saqueo de los recursos del país. El proceso del cual se sirven no tiene
cotas morales, no se ciñen por derechos humanos o garantías constitucionales,
no les importa hacer trampa o practicar el engaño, no exhiben un centro de
poder sino un equilibrio de intereses donde conviven roles latentes y prácticas
manifiestas que son coordinadas por lo único que los mantiene unidos, precisamente
el evitar ceder posiciones a cualquier costo. La táctica más sencilla es, por
supuesto, ganar tiempo. El mismo tiempo que perdemos nosotros. No se puede
entender nada si no se asume que este sistema perverso se mantiene porque
realiza un conjunto de actividades complementarias e interdependientes para el
logro de su propósito común. Y que esas actividades tienen una fuerte inercia
que les impide un quiebre o ruptura, incluso les imposibilita un cambio de ruta
o de agenda hacia la corrección de su propia esencia.
No hay nada que indique que el régimen pueda o
quiera hacer unas elecciones libres. El mínimo sentido común así lo indica.
Y por eso mismo el Estatuto que rige la transición a la democracia para
restablecer la vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, en su Artículo 2. definió un itinerario (ruta, camino, trayecto,
recorrido) político de democratización y reinstitucionalización “que incluye
las siguientes etapas: liberación del régimen autocrático que oprime a Venezuela,
conformación de un Gobierno provisional de unidad nacional y celebración de
elecciones libres”. En el mismo artículo se afirma que el Estatuto entiende por
transición el itinerario de democratización y reinstitucionalización. Dicho de
otra forma, la ruta no se puede invertir, no se puede conmutar, no se puede
alterar sin dañar el mandato explicito que se le dio al presidente de la
Asamblea Nacional: ¡Primero el cese de la usurpación! Lamentablemente el
presidente Guaidó y sus asesores creen que eso es posible porque el orden
carece de importancia. Picaron el anzuelo al creer que mediante elecciones
pueden desmontar un sistema perverso, y no al revés.
Un sistema es perverso cuando se aleja
radicalmente de su misión institucional. En este caso eso ocurrió cuando
todos los poderes públicos renegaron la constitución y se fundieron en la
revolución. Todos al unísono se llamaron socialistas, chavistas,
antimperialistas y, por lo tanto, se divorciaron de la legalidad, se alejaron
del ciudadano y se volvieron obsecuentemente sectarios y excluyentes. Tener
como consigna que “todo era válido dentro de la revolución” fue un llamado de
atención que dejamos pasar con la lenidad que caracteriza a los líderes del
flanco democrático. A muchos de ellos, buena parte del llamado G4, en lugar de
intentar un límite, ya vimos como el dinero sucio y las componendas los
colocaron dentro del flanco del “todo vale”. Por eso hay conductas y agendas
inexplicables, que solo son comprensibles cuando se cae en cuenta que ellos son
parte incluida de esa revolución amoral y no el intento de ser su alternativa.
Ellos y buena parte del establishment son los
tontos útiles, pero bien remunerados, que hacen que el sistema funcione con las
máscaras apropiadas a cada una de las circunstancias. Por eso el régimen es
integral y profundamente siniestro. Porque esas componendas tan bien logradas suman
perversidad al método que funciona desde el abuso del poder, el compadrazgo
cruzado, la presencia de una burocracia que transforma sus ineficiencias en
formas de sometimiento y, el uso sistemático de la mentira, la hipocresía y el
enmascaramiento eufemístico para devastar la confianza y la esperanza de los
ciudadanos.
La tentación de cohonestar unas votaciones sin que
antes ocurra el cese de la usurpación muestra a sus patrocinantes tal y como
son, ingenuos y funestos. Pero continuemos
nosotros con el análisis desde el punto de vista de los sistemas sociales. ¿Por
qué el cese de la usurpación es una condición indispensable? Porque primero hay
que derrumbar un sistema social malévolo, cuyas expresiones institucionales son
las siguientes:
1.
Una Asamblea Nacional Constituyente espuria
que funciona como legislativo supraconstitucional y que no se reconoce ningún
límite para su actuación. Por cierto, la misma ante la cual los gobernadores de
Henry Ramos Allup y los alcaldes por mampuesto de otros partidos políticos, se
juramentaron e inclinaron la cerviz. ¿Son posibles unas elecciones libres con
la presencia y sobrevivencia de esta instancia?
2.
Un Tribunal Supremo de Justicia que usurpa el
derecho y se coaliga con el resto de los poderes públicos para negar la ley
y allanar la legitimidad de la Asamblea Nacional, ¿Con ellos al resguardo de la
legalidad, se pueden hacer elecciones libres?
3.
Una Fiscalía General de la República que
expresa y representa la justicia revolucionaria, administra la suerte de
los presos políticos y de los que traicionan la revolución. ¿Son posibles unas
elecciones libres con la rectoría de esta Fiscalía General de la República?
4.
Una Contraloría General de la República que
inhabilita de oficio a los líderes políticos que les resulten incómodos. De
nuevo pregunto, ¿Son posibles unas elecciones libres con la actuación y hechos
cumplidos de este poder público?
5.
Una Defensoría del Pueblo que usa y abusa de
ese término abstracto (pueblo) para dejar al ciudadano sin posibilidad alguna
de defenderse de las mañas y excesos del poder revolucionario. ¿Son
posibles unas elecciones libres con esta modalidad de repudio al ciudadano?
6.
Una Policía Nacional Bolivariana y unos
cuerpos de seguridad especializados en la persecución y represión política,
pero que no tiene ningún interés en resguardar las calles y restablecer la
seguridad ciudadana, permitiendo los desafueros de los colectivos subordinados
al sistema perverso, administradores de la falsa justicia revolucionaria y
amedrentadores de oficio. ¿Con ellos “resguardando” garantías y derechos se
pueden hacer elecciones libres?
7.
Una Fuerza Armada chavista, revolucionaria,
socialista, cuyo alto mando mantiene una lealtad perruna, al punto de ir
contra los suyos, desconocerles sus derechos y violar su dignidad. ¿Con ellos
al frente del Plan República, pueden ocurrir elecciones libres?
8.
Unos gobernadores y alcaldes que también
persiguen, funcionando como altavoces regionales de la represión
institucionalizada por el sistema perverso, tergiversadores de la realidad
y participes de la propaganda, la mentira y el saqueo. ¿De verdad alguien cree
que ellos pueden ser parte de unas elecciones libres?
9.
La presencia de guerrillas, carteles, pranes
y encomenderos de la delincuencia, con el control real de porciones del
territorio, negadores de facto de la soberanía constitucional, activadores
del miedo, ¿Estando ellos actuando con total impunidad, de verdad alguien puede
concebir que tengamos elecciones libres?
10.
El protagonismo del dinero sucio, que tiene
agenda política, que compra y transa liderazgos, que no quiere cambios
radicales que le dañen el negocio, que tienen en nómina a varios de los que
pasan por ser “de los nuestros”, que son dueños de medios de comunicación,
¿Alguien puede creer que ellos van a permitir elecciones libres?
Porque nos enfrentamos a un sistema perverso,
mientras esté vigente, no puede pensarse en elecciones libres. Y por eso mismo,
creer que ese sistema perverso puede deponerse por pedazos, peor aún, pensar
que el problema es solamente Nicolás Maduro y sus secuaces, pero que el resto
del sistema es salvable, incluido el PSUV, no puede ser otra cosa que un nuevo
intento de traicionar a los ciudadanos y al país. Eso es lo que se está
negociando en Barbados. Nada mas y nada menos que una imposibilidad. ¿O es que
alguien cree que puede ser estable una transición democrática en connivencia
con las instituciones del chavismo?
Pero el presidente Guaidó cree que él si puede.
Aquí nos topamos con el providencialismo mesiánico que siempre hemos
denunciado. Deberían ser tratados como traidores a la patria los que le han
vendido que su liderazgo se puede imponer “con unas condiciones mínimas”, una
nueva composición del CNE, en la que los partidos del G4 se reparten cargos con
el PSUV, al que reconocen como par democrático y no como parte de la usurpación
devastadora. Debería denunciarse al coro de encuestólogos, analistas y beatas
que gritan que sí es posible, que es factible una nueva etapa de fraternidad
totalizante, donde unos y otros se funden en un abrazo, que se trata de pasar
la página… para que continúe el sistema perverso vigente y se le niegue de
nuevo al ciudadano el derecho a optar entre opciones democráticas, al líder que
dirija los destinos del país, por un período limitado.
Los sistemas perversos no son susceptibles a la
contrición. No cambian. No logran desasirse de la inercia destructiva que los
caracteriza. Por eso mismo la necesidad de una ruptura que debe hacerse con el
coraje debido. Hay que romper, y hacerlo temprano, porque la tentación siempre
está allí, el mal siempre querrá permanecer, y siempre esta dispuesto a
reclutar nuevos militantes entre los ingenuos bienintencionados y otros que no
son tanto, pero que están allí como coadjutores del engaño. Por eso debemos
exigir que el presidente Guaidó se ciña a lo previsto en el Estatuto que rige
su actuación, con la secuencia prevista, y el sentido de urgencia que tiene una
gestión que no tiene tiempo que perder.
@vjmc
Comentarios
Publicar un comentario