Nuestra esperanza es la gente
Nuestra esperanza es la gente
por: Víctor Maldonado C.
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
30/09/2019
No puede ser casualidad que, muchos presos
políticos cuando son liberados adoptan discursos cargados de perdón,
disposición al diálogo y negación de la lucha. Cada vez que eso ocurre uno
advierte que detrás de tanta disposición a pactar hay un guion perverso y los
efectos nefastos de maltratos indebidos e injustificables. En todo caso hay
abundante literatura sobre los impactos que el encierro produce en la psique de
los afectados, sin mencionar el uso de diferentes formas de tortura que
persiguen quebrar a sus víctimas. Epicteto lo dijo con la sobriedad propia de
los estoicos: “La cárcel es forzar a alguien en contra de su voluntad”, e
investigaciones recientes muestran cómo se logra cierta docilidad que hay que
sanar mediante el apoyo terapéutico apropiado.
Los regímenes totalitarios tienen muchos objetivos
asociados a la represión y la persecución política. El más generalizado y
difuso es la propagación del miedo y la presentación del régimen como
invencible y capaz de cualquier cosa. De eso se trata el atributo del uso de la
fuerza sin contemplaciones. Los efectos que persiguen en el caso de los
encierros políticos son siempre el cambio de unas convicciones por otras, o si
es el caso, el reforzar una que ya venía incubándose, desechando mediante el
maltrato, la amenaza y el descoyuntamiento de la personalidad cualquier otra
disposición. Por eso precisamente se habla de quiebre, y de la necesidad de que
haya un acompañamiento psicológico para superar el trauma y pasado el tiempo
volver a una condición más normal.
Lo que no tiene sentido para un país urgido de
claridad y buenas decisiones es que sea dirigido por víctimas que todavía no se
han dado el tiempo para recuperarse de los efectos psíquicos del encierro. Lo
digo con toda la consideración posible por los que han pasado por esa terrible
circunstancia, pero también pensando en los mejores intereses del país que mira
atónito cómo su suerte está en manos de quienes no se han permitido el derecho
de ordenar sus ideas y sentimientos. Un líder responsable lo haría. Se
permitiría un tiempo para reponerse, y luego, si es el caso, continuaría su
lucha política.
Porque experimentar una situación tan atroz hace
que se pierda algo de lucidez y fortaleza. En días recientes fue liberado el
diputado y vicepresidente de la Asamblea Nacional, Edgar Zambrano,
luego de varios meses de reclusión indebida. Al salir reforzó un discurso
asociado a la colaboración abierta con el régimen, la insistencia en diálogos y
negociaciones, y a la definición política de lo que él entiende como
tolerancia. En un tuit del 28 de septiembre del 2019 dijo: “La tolerancia nos
hace más ciudadanos. Leer nos conduce a la cultura general. Aprender a escuchar
nos lleva hacia lo racional. Decir lo que otro quiere oír por cobardía, es
renunciar a todo principio de honestidad con la moral y la ética”. El mismo día
escribió otro: “Esperemos que lleguen los salvadores de la patria por cualquier
vía, con tal de no hacer nada por nuestros propios medios. Al parecer es más
fácil construir la oferta engañosa de carácter continuada”. Al día siguiente continuó con este: “El
riesgo calculado, en política termina siendo una oferta engañosa, una falacia.
Hablarle con la verdad al país en los actuales episodios, es responsabilidad
ética y política”. Minutos después lanzó otro mensaje: “Lo que se dice en
secreto, por temor a redes, forma parte del grave problema de forma y fondo
estratégico opositor. Cuando se pierda el miedo, a laboratorios direccionados,
hacerle daño a oposición, dejaremos de esperar que otros vengan a resolver el
nudo del conflicto nacional”. Y el ciclo lo cerró con este mensaje: “Posibilismo,
inmediatismo, y facilísimo, no dejan nada favorable a crisis Venezolana. La
historia cuenta de países que aún están sentados esperando solución providencial
a sus problemas. Si alejamos la política, cancelamos soluciones de una sociedad
que las requiere con urgencia”.
La línea argumental del dirigente político es esta:
Ser tolerantes es seguir negociando con el régimen en un ciclo de diálogos que
nos permitan resolver nuestros problemas sin injerencia alguna. Eso hay que
decirlo públicamente, porque es la única posibilidad realista, y si por eso hay
que asumir el costo de opinión pública y pérdida de respaldo, se deberá a que
hablar con la verdad parte de la responsabilidad ética y política de los
líderes. Cualquier otra cosa es una oferta engañosa.
Al respecto me gustaría presentar una
contrargumentación al planteamiento del diputado adeco.
1.
La tolerancia no es coquetear con el mal.
Tampoco es un ejercicio constante de capitulación frente a un régimen tan
perverso que es capaz de perseguir a los disidentes y violentar derechos de los
ciudadanos. El que así lo crea está renunciando a una larga tradición de
reflexión ética y política que ha llegado a la conclusión de que no es debido
tolerar al intolerante. Alain Touraine propone incluso que “contra un poder
absoluto se debe oponer una libertad absoluta que va más allá de la
tolerancia”. Lo que plantea el diputado adeco no es tolerancia sino
condescendencia con aquel que tiene posibilidad de violentar y maltratar. El
aceptar como buenas las reglas del que practica y ejerce la fuerza pura y dura
no nos hace más ciudadanos sino más siervos y absolutamente refuerza nuestra
condición de víctimas, forzadas además a comprar como bueno el eufemismo de que
solo así se es buen ciudadano. La definición del diputado Zambrano me recuerda
el tétrico mensaje que lucía a la puerta de los campos de concentración
nazis: Arbeit macht frei, una frase
alemana cuya traducción al español es “el trabajo libera”.
2.
La realidad del país muestra el talante del
régimen. Más allá de cualquier lectura (quien sabe a cuales autores fue
expuesto en sus meses de encierro) no es preciso argumentar demasiado para
llegar a la conclusión del enemigo que afrontamos. Claro está que al
respecto se puede argüir que el socialismo del siglo XXI no es el mal ni ejerce
el poder con criterios totalitarios. De hecho, esa es la premisa que los ha
llevado a conversar y a aparearse durante más de veinte años con un régimen que
nadie pasa por democrático ni por respetuoso de la dignidad de las personas.
Por eso mismo mejor que debatir puntos de vista es atenernos a los resultados
que muestran un país victimizado, violentado, saqueado, arruinado y despojado
de sus derechos. Porque el mal se mide precisamente por las consecuencias que
provoca en la vida de la gente. Y resulta poco más que ofensivo el que venga
alguien enarbolando una falsa parusía para refrendar la agenda del socialismo
del siglo XXI. Pero el diputado sigue en su críptico mensaje: “Aprender a
escuchar nos lleva hacia lo racional”. Bueno sería que escuchara el clamor de
un país que ya no tiene paciencia o que se expusiera al debate con quienes
creemos que por la vía de las negociaciones nada se va a lograr. Pero por lo
visto, lee y escucha los planteamientos del régimen castigador y funesto. Lee y
escucha a los que le susurran en sus oídos que puede pasar a la historia si
logra lubricar la senda del acuerdo. Lo mismo pensarían en su momento Pierre
Laval o Philippe Pétain. No es que no suene bien presentarse como el que
escucha, lee y dialoga, solo que en este caso estamos hablando de falta de
lucidez al querer “razonar con un tigre cuando se tiene la cabeza en su boca”.
Pero sigue la elucubración falsamente filosófica del diputado adeco afirmando
que “decir lo que otro quiere oír por cobardía, es renunciar a todo principio
de honestidad con la moral y la ética”. ¿Se referirá a sus pares del régimen?
¿O acaso está diciendo que hay una dirigencia cobarde que teme decirle al país
que la negociación ya está sellada y que solo queda el anuncio formal luego de
toda esa coreografía parlamentaria y uno que otro escarceo político para
intentar mostrar que son dos partes y no una sola?
3.
En política se habla de disposiciones,
capacidades y creación de posibilidades. Hay una falacia intrínseca en el
discurso del diputado adeco. Por lo visto él tiene a disposición como único
curso de acción el diálogo y la negociación con el régimen. Tal vez por trauma
psicológico no resuelto. Pero no confundamos esa indisposición con honestidad
ética. Que el diputado no crea o no pueda que haya otras formas de resolver el
conflicto no significa que no existan y que no se puedan intentar. No es cierto
que estamos condenados a darnos por vencidos y que debemos asumir como buena
“la posibilidad Zambrano” y que sea él quien la sepa y la deba administrar. No
nos confundamos. El diputado adeco tiene agenda, y lo menos ético posible es
precisamente hacerlo pasar por una fatalidad. Es lo que he llamado esa
repugnante política de los hechos cumplidos porque “eso es lo que hay”. Detrás
hay arreglos que por otra parte son un secreto a voces. Se sabe que el
presidente Guaidó tiene comando, asesor electoral y campaña montada. Se sabe
que los partidos del G4 apuestan a seguir siendo los hegemones, aunque no
tengan respaldo popular. Se sabe que por eso están tan urgidos de una parodia
electoral a la que solo se prestarían ellos, los extremadamente “tolerantes”,
que son capaces de hacer mercado igual, a pesar de condiciones adversas, o como
dicen ellos mismos “con unas mínimas condiciones”. En ese sentido el diputado
adeco “salió con encarguito”. Lo que pasa es que ni tiene la disposición ni
cuenta con la capacidad para intentar, por ejemplo, la ruta del coraje.
4.
Las víctimas piden ayuda y los líderes
esclarecidos son capaces de articular alianzas. El discurso político del
colaboracionismo está lleno de trampas argumentales y falacias. Una de ellas,
muy común entre ellos es la reducción al absurdo de un falso dilema entre negociar
o esperar a que vengan los marines. El interés del régimen, al que se pliegan
sus colaboradores, es presentar un escenario alternativo terrible que es guerra
y muerte. Y a ese falso dilema se pliega el diputado adeco cuando lanza esta
frase: “Esperemos que lleguen los salvadores de la patria por cualquier vía,
con tal de no hacer nada por nuestros propios medios. Al parecer es más fácil
construir la oferta engañosa de carácter continuada”. Olvida el diputado adeco que en su ausencia
se aprobó la reincorporación al TIAR, y mediante el afanoso trabajo del
embajador Tarre Briceño se llegó incluso a la reunión de los países integrantes
para resolver un conjunto creciente de medidas de presión. Pero estamos claros
que el diputado adeco prefiere ser él mismo protagonista de una nueva etapa de
las viejas marramucias dialógicas. Por eso sale corriendo a hablar con Timoteo
con el fin de rescatar la iniciativa noruega. ¿En serio cree que sus carceleros
van a irse del poder por las buenas? ¿En serio cree que la solución del país
reside en seguir perdiendo el tiempo, o en un esquema donde se renueva todo
para que nada cambie? Al diputado adeco le falta humildad republicana y
grandeza en su liderazgo. Por eso nos entrega.
5.
No hay política posible si está presente
el uso de la fuerza pura y dura. Yo creo que entre las lecturas que no hizo
el diputado adeco están las reflexiones sobre filosofía política de Hannah
Arendt. Ella decía que los confines de la política eran los de la antipolítica.
Y que la antipolítica se hacía presente cuando una de las partes era capaz de
aniquilar a la otra. Es el uso de la fuerza y la ausencia de derechos y
garantías lo que define la absoluta futilidad de creer que puede ser resuelta
políticamente esta situación de fuerza, con capacidad para devastar, y con
disposición a hacerlo. El diputado adeco, tan cándido, tan irreflexivo, tan
alejado de la realidad, tan confundido, no cae en cuenta que sus palabras
carecen de contenido útil porque están vaciadas de realidad. Cuando cierra sus
tuits con esta ampulosa frase: “La historia cuenta de países que aún están
sentados esperando solución providencial a sus problemas. Si alejamos la
política, cancelamos soluciones de una sociedad que las requiere con urgencia”,
nos está vendiendo la aburrida cantaleta de que hay decenas de experiencias que
salieron de su desgracia por la vía de la negociación, sin decir que otras
tantas no salieron por esa vía. Pero va más allá, porque si lo que quiso decir
es que política es equivalente a diálogo y negociaciones, está simplemente
equivocado y deja por fuera tantas razones que no vale la pena hacer todo el
inventario. Pero vayamos a la más elemental, proveída por Thomas Hobbes en el
siglo XVII: El principio de eficacia es el único que legitima a Leviathan. Su
única finalidad es garantizar los derechos a la vida y a la propiedad. Si no
cumple con esos cometidos, bien vale la pena cesarlo. Podrá decir el diputado
adeco que esa no es la situación en el país, porque aquí la gente vive y posee,
con lo que volveríamos al inicio del presente artículo: luego de un trauma tan
brutal como la persecución y encarcelamiento político bien le vendría un reposo
reconstituyente, mientras los demás seguimos luchando por el cese de la
usurpación.
Lo malo es que no estamos refiriéndonos solamente a
cuatro reflexiones infelices de un diputado adeco sino a una tendencia del
grupo de cuatro partidos que dan gobernabilidad a la presidencia de Juan
Guaidó. Por lo visto vuelven a la mesa, y con ello a las imposibilidades de
resolución. De allí no va a salir sino tiempo perdido y el final de esta etapa.
Por eso, cuando se aprecia el desplome de la entereza de la dirigencia política
que ha dirigido este experimento (me refiero a Voluntad Popular, AD, UNT y PJ)
aparece como contraste refulgente la entereza, la dignidad, la fortaleza y la
voluntad de luchar de los ciudadanos venezolanos. Nosotros, los ciudadanos,
sobreviviremos a esta debacle de equívocos y malas apuestas. Y entre nosotros
definiremos quién merece ser contada en esta historia y quienes deben pasar
definitivamente al olvido.
@vjmc
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