Una ruta de certezas
por: Víctor Maldonado C.
Twitter: @vjmc
Es
responsabilidad del análisis un compromiso inexpugnable con la realidad. Para
bien o para mal debemos tener plena conciencia de nuestro acontecer histórico,
única forma de saber si tenemos o no tenemos razones para mantener la esperanza
en el sentido que propuso Juan Pablo II a saber, «una actitud fundamental que
nos debe mover a no perder de vista la meta final que da sentido y valor a nuestra
entera existencia y, por otra, ofrece motivaciones sólidas y profundas para el
esfuerzo cotidiano en la transformación de la realidad con el fin de hacerla
conforme al proyecto de Dios». Y porque la verdad es una condición de la
libertad.
1. El grupo de partidos, conocido como el G4 es
la base de sustentación del gobierno interino de Juan Guaidó. Tal vez la mejor
forma de llamarlo la ha aportado Diego Arria cuando lo designa como gobierno
colegiado. El ser respaldado por Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo, Primero
Justicia y Voluntad Popular, hace que la presidencia sea también expresión de
un conjunto de formas de proceder y compromisos asumidos con el dinero sucio,
al margen de lo que esperan los ciudadanos. Esa unidad que proclaman es
realmente una coalición sectaria y excluyente, con intereses propios y un
proyecto de país empeñado en replicar el estatismo y las relaciones
clientelares y corruptas que se derivan naturalmente de un gobierno sin
límites.
2. Este grupo de sustentación tiene como
interés fundamental el legitimar un proceso de negociación blanda que conduzca
a unas votaciones que solamente servirán para legitimar el actual orden de
cosas. Pero no nos equivoquemos, para esa trama de intereses en acción y en
posición tiene especial importancia que no haya cese de la usurpación, un
ecosistema perfecto para el saqueo de los recursos y la impunidad de los que son
sus principales patrocinantes y benefactores.
3. La mentira se ha convertido en elemento
esencial del actual ejercicio de la política. Cada cierto tiempo el sistema
perverso se estrella contra la realidad y provoca esos fiascos que hemos visto
con estupor. Tenemos la desgracia de sufrir una dirigencia que practica la
mentira con contumacia. Son los campeones del “sí, pero no”, del “yo no voy,
pero ya estoy”, “el quiebre ya está listo” y otras versiones de los descalabros
políticos. Comenzaron mintiendo sobre el rol de la ayuda humanitaria. Se
desbarrancaron en Cúcuta con el “si o si”. Volvieron a estrellarse el 30 de
abril, han mentido descaradamente sobre los diálogos tutelados por Noruega, y
han engañado a sus interlocutores internacionales, no una vez sino unas cuantas
veces.
4. La única estrategia consistente de la
presidencia interina es ir a unas elecciones. Por lo tanto, están dispuestos a
violar el estatuto que define el espíritu y propósito del interinato y a mentir
u ocultar la verdad tantas veces como haga falta. Ya no creen necesario el cese
de la usurpación, tampoco la necesidad de un gobierno de transición que
estatuya el estado de derecho y garantice las condiciones para unas elecciones
competitivas. Por alguna razón, el presidente Juan Guaidó se cree candidato
imbatible y unánime en unas elecciones donde no importen ni los contextos, ni
los contendientes.
5.
La mejor forma de practicar la política es
dándole la debida importancia a las máximas morales y a las obligaciones
jurídicas. Esto debería obligar a nuestros dirigentes al respeto de las
instituciones, al cumplimiento de las reglas que ellos han jurado respetar y
defender, sin abrirse al turbulento espacio de la arbitrariedad. El gran
desafío de la presidencia interina es precisamente ese, el sentar las bases de
una práctica republicana que se ha perdido, el respetar y el volver a dotar de
esa respetabilidad y creencia en la validez de la Asamblea Nacional como
reducto de legitimidad que puede convertirse en el último y eficaz bastión
frente a las arremetidas del régimen usurpador, devenido en ecosistema
criminal. El contraste debería ser radical entre unos y otros. Por eso la
desgracia de tener que ver como se igualan en un “todo vale”, en un “sentarnos
a conversar porque podemos convivir”, en una cerrazón a la justicia que incluso
los hace sacrificar el TSJ legítimo para congraciarse con el otro, funesta y
patética guillotina de todas las libertades. La misma levedad inaceptable que
los hace asiduos del canal Globovisión, como si todo valiera lo mismo, y no
fuera importante el viejo apotegma que sentencia “dime con quién andas y te
diré quien eres en realidad”.
6.
El dinero sucio, la corrupción y todas las
formas de explotación y saqueo de los recursos del país convergen en una agenda
de mantenimiento del statu quo. Que nada cambie dentro del sistema perverso de
relaciones es su mejor apuesta. Y como ocurre siempre, están dispuestos a
movilizar todos sus recursos para que esto sea así. Por eso somos espectadores
algo sorprendidos que en la agenda del presidente interino lo fundamental sea
ratificar que su coalición es imbatible, más allá de lo que se diga sobre la
integridad de sus miembros. Como hemos visto en los días recientes, la
corrupción partidista tiene una condición inmunológica fundada en el
compadrazgo imbatible, los endosos automáticos propios de la costra en la que
se ha convertido el grupo de poder, la primacía cultural del amiguismo y las
logias y la defensa a ultranza de una corriente de intelectuales y supuestos influencers.
7.
El argumento más usado para defender el
particularismo vernáculo es que hay dos raseros. Con uno juzgan al régimen, y
con otro muy diferente a los suyos. Por eso hay dos tipos de corrupción, la
mala, practicada por el socialismo del siglo XXI, y la perdonable, e incluso
justificada, practicada por esa oposición institucional con la que juegan pingpong.
Una es condenada y con la otra se practica una indulgencia que los convierte en
amorales y con la que atan una inmensa piedra de molino al futuro del país. El
sistema inmunológico de la corrupción opera dándole un manto de impunidad a
unos y otros, por eso aquí “de eso no se habla”, llegándose a decir que
Odebrecht (la corrupción que afecta a los propios) es nada con la que ha
operadas desde PDVSA (la que beneficia a los ajenos, pero también a los
propios).
8.
Hay una preocupante prioridad por ponerle la
mano a los activos del país. No solamente CITGO, los bonos, la refinanciación
de la deuda, también empresas de menos renombre, pero con flujo de caja más
libre, como es el caso de Monómeros Colombo-Venezolano, filial de Pequiven,
ahora bajo en control de la presidencia interina. Sin embargo, no hay contralor
especial, ni rendición de cuentas, ni de responsabilidad política sobre las
decisiones que se toman. Nada más peligrosa que la falta de transparencia y el
ejercicio del poder sin check and balances. Nada más distante de la
pretensión de volver a la república civil que el uso, disfrute y disposición de
esos bienes del país al margen del escrutinio ciudadano.
9. Todos los desplantes del régimen de Nicolás
Maduro son una extensión de su debilidad. Un reconocimiento de que son muchos
los vencidos por una ideología y una forma de hacer gobierno que está condenada
al fracaso. El fracaso no tiene solamente indicadores cuantitativos sino ese
envilecimiento espiritual de aquel que ha perdido el alma y por lo tanto llega
a la convicción de que no tiene nada que perder, y por lo tanto está dispuesto
a que los demás lo pierdan todo. La gran mentira alrededor del socialismo del
siglo XXI es sobre el cálculo de su fuerza real, lo que no implica que no tenga
recursos a la mano, y que los quiera y pueda usar.
10. El
seguir embarcado en unas negociaciones imposibles es, sobre todas las cosas, un
imperdonable error de cálculo. Todas las veces que se comete un error de
cálculo político es porque se supone indebida e irreflexivamente que los
interlocutores o adversarios están practicando la realpolitik con las
mismas convicciones, semejantes estructuras valorativas y el mismo compromiso. La
ingenuidad de esos actores políticos los encalla en una interacción de la que
salen escaldados. De no ser así no tendríamos a buena parte de los
parlamentarios en el exilio luego de haber intentado un contacto que advertimos
era peligroso e inútil. Los improvisados negociadores no entienden que sus
contrincantes practican la mala fe con la misma frialdad que aplican que se
aprecia en los otros ámbitos de la vida política y social venezolana. El gran
fracaso de nuestros dirigentes es porque desechan los precedentes y son
improvisados e irreflexivos en la composición de tiempo y lugar, asumiendo que
el otro ha incurrido en algún proceso de conversión que los transforma en
pacifistas y los deja fuera del espacio de crimen y violaciones que hasta ahora
ha sido su guarida.
11. Nadie
se ha paseado hasta el momento en una pregunta crucial. En cuanto a las
negociaciones con el régimen, su aceptabilidad o no, depende no solamente de
las condiciones oprobiosas en las que se han puesto al margen todos los
ciudadanos sometidos al secreto autoritario y a la designación también
implacablemente autoritaria de unos negociadores que no cuentan con el
respaldo, la simpatía o la respetabilidad de un país que simplemente desconfía
de ellos. Pero es que hay algo más, ¿cuál es el tipo de mundo futuro que se
esboza para los venezolanos? ¿El de Stalin González? ¿El de Martínez Motola?
¿El de quién? No lo sabemos, porque ¿cuál es el significado preciso de esas
condiciones que no conocemos pero que deben existir? Por cierto, frente a ese
atropello a nuestros derechos ciudadanos salió, como cabía esperar, el endoso
automático, el “confío plenamente y pongo mis manos en el fuego por…”. ¿Sabían
ustedes que en la comisión está también el antiguo rector del CNE que juraba
que teníamos un sistema electoral blindado? ¿Por qué debemos confiar ahora en
él?
12. Henry
Kissinger señalaba que cuando los estadistas desean ganar tiempo, ofrecen
negociaciones. Esto tiene que extenderse incluso a los que no lo son, pero que
juegan en la política, como es el caso que nos atañe. Y hay tres preguntas que
se hace Kissinger sobre diplomacia que yo quiero plantear en ocasión de lo que
estamos viviendo: ¿Puede la presidencia interina de Guaidó efectuar una
negociación importante con el régimen sin pagar el costo de fragmentarse y
volverse añicos? ¿Usará el régimen de Maduro esta nueva serie de negociaciones
para recomponerse y tratar de sobrevivir? ¿Podría Nicolás Maduro hacer
concesiones importantes sin perder dominancia? En esas tres preguntas está la
repuesta que anteriormente hemos dado. Para ninguna de las partes hay
incentivos reales de llegar a un resultado, a menos que cualquiera de las
partes esté alucinando, seamos víctimas de la ingenuidad más peligrosa, estemos
en manos de improvisados o, la peor de todas las situaciones, unos y otros son
el mismo bando desempeñando una coreografía previamente ensayada.
13. Konrad
Adenauer advertía a todos sus visitantes que su gran aprendizaje como estadista
había sido no confundir los arrebatos de energía con la fuerza. Y bien que lo
dijera porque ni en física significan lo mismo. En todo caso el estadista
alemán se refería a los “arrebatos calisténicos”, puestas en escena y
manifestaciones catárticas cuyo momento siguiente siempre es depresivo, y que
no acumulan fortaleza, que es otra cosa. Porque tal y como algunos deben sentir
en la médula, existe en negociaciones políticas ciertos experimentos que no se
pueden intentar, porque su fracaso entraña un riesgo irremediable, y el peligro
de un desplome de todo lo construido. Hay algunos que tienen como tónico
universal y piedra filosofal eso que llaman “la calle”, piedra contra la cual
se han estrellado al no conseguir nada de lo que ofrecen. Eso es energía
derrochada si no hay propósito e incentivos racionales. La fuerza es otra cosa.
En nuestro caso tiene que ver con el cuarteto de condiciones en donde se
articulan la relevancia moral, alineación institucional, respaldo internacional
y resiliencia ciudadana que permitiría el sereno propósito de la liberación del
país. Y ese cuarteto de condiciones, que en algún momento estuvieron presentes
y disponibles para la acción política, ahora lucen más efímeros.
14. El
problema de fondo es el aprendizaje desestructurante y desinstitucionalizado de
una dirigencia política que ha crecido al descampado, que solo ha conocido y
experimentado el terrible y arbitrario socialismo del siglo XXI, y sus
contrapartes igualmente desestructuradas y viciosas de las que han formado
parte sin contrariar sus bases filosóficas. El país que está representado en esa
oposición tiene poco acervo político y una muy escasa reflexión diferente a
querer tomar por asalto el país para reconstruir las ruinas de un estado
fallido y volver al imposible petroestado que nos trajo hasta aquí. Esa
oposición no quiere un estado diferente. Quieren montarse sobre él para seguir
practicando los mismos vicios y las mismas recetas.
15. Solamente
una ruptura radical determinada para construir las bases de una república
liberal, con todos sus límites bien delineados, podría ser una alternativa que
nos saque del abismo de imposibilidades y frustraciones que nos tiene
paralizados. Podríamos tener libertad, oportunidades y compasión con los menos
favorecidos si ideamos un sistema político diferente a la lógica del minero, su
saqueo, su cobardía histórica y su reproducción de la pobreza.
16. Finalmente,
algunos se preguntan por qué, si todo está tan mal para el régimen, no hay
indicios de que ceda en algo. La respuesta la da Tocqueville y la saben los
regímenes despóticos: “El momento más peligroso para un mal gobierno es cuando
comienza a reformarse… Los sufrimientos que se habían soportado por parecer
inevitables se vuelven intolerables cuando aparece un escape…”. Ellos nunca
cederán en nada.
Juan Pablo II hablaba del deber de escoger
entre la verdad y la mentira, entre el bien que significaba la primera y el mal
que se expresaba con la segunda. Se trata de plantear una esperanza que no
desilusione, que sea la compañera de nuestro difícil camino y el calor que abrigue
nuestros corazones cuando sintamos esa desolación tan propia de los malos
tiempos. Recordemos que solamente la verdad nos hará libres.
@vjmc
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