Audio Conferencia: Ciudadanía, Coraje y Libertad






Ciudadanía, coraje y libertad
El rol del ciudadano activo para la construcción de un régimen de libertades.
Conferencia dictada por Víctor Maldonado el 12/04/2020

Estimados amigos.

Quisiera comenzar aludiendo a un episodio del Antiguo Testamento. Me refiero a Jeremías. 2,2.10-14,18-19, un profeta que vivió y dio testimonio seiscientos años antes de Cristo, parece escrita sobre Venezuela hoy. Léanla y mediten. Aquí algunas partes:

"Mis ojos se consumen de tanto llorar y el dolor me quema las entrañas; la bilis me amarga la boca por el desastre de mi pueblo al ver que los niños y lactantes desfallecen en las plazas de la ciudad. Los niños les preguntan a sus madres: "¿dónde hay pan?" Y caen sin fuerzas como heridos, en las plazas de la ciudad, y expiran en brazos de sus madres. (...) Tus profetas te engañaron con sus visiones falsas e insensatas. No te hicieron ver tus pecados para enviarte así al cautiverio y sólo te anunciaron falsedades e ilusiones. Clama pues al Señor con toda el alma (...) Levántate y clama al Señor durante toda la noche; derrama como agua tu corazón en la presencia de Dios; alza tus manos hacia él y ruega por la vida de tus pequeñuelos".

Efectivamente vivimos tiempos de desolación, dificultad y es muy fácil darnos por vencidos. Es muy fácil decir “la verdad es que no podemos más, nos ha tocado el exilio, el desierto, la servidumbre, la pobreza de realizaciones. Nos ha tocado ver como “destruyen el templo, allanan la ciudad y nos convierten a todos en víctimas.

Porque como dice el Salmo 74,

Ya no vemos señales ni quedan profetas: no hay nadie entre nosotros que sepa hasta cuándo.
¿Por qué retiras tu mano, Señor y la mantienes oculta en el pecho? Levántate, Señor, defiende tu causa, recuerda que el insensato te ultraja sin cesar.

Estamos encerrados en nuestras casas, tememos por el servicio eléctrico, se pierde la señal del teléfono, y estamos cada día más aislados.

Y si, efectivamente, este es un momento culminante. Un punto de inflexión. Que exige a los venezolanos capacidad de discernimiento, buen juicio, serenidad, coraje, y mucha paciencia.

Porque, ¿qué estamos confrontando?

-        Un resultado. El único resultado posible de veinte años de saqueo de los recursos, violación de derechos, confiscación de las propiedades y destrucción institucional.
-        Un estilo autoritario, pendenciero, malandro, que pervierte todo.
-        Porque lo que llamamos tiranía, que ha mutado en algo mucho peor: un ecosistema, un sistema de relaciones delincuenciales que perdió la finalidad originaria de todo gobierno, y que ahora se dedica a otra cosa.
-        Pero también estamos encarando la confusión y el desorden. Luchamos a la vez contra la causa (el socialismo del siglo XXI) y el resultado, esta ambigüedad donde todo puede ocurrir.

Es en este contexto, el real, el de la dura realidad, que nos preguntamos cual es el rol del ciudadano en este momento. Para deliberar con orden tal vez sea útil tener un concepto de ciudadano: Un ciudadano es aquel individuo que participa activamente en la legislación y la administración de una buena polis, deliberando junto con sus conciudadanos sobre qué es para ella lo justo y lo injusto, porque todos ellos son capaces de palabra, y en consecuencia de socialidad. La socialidad es la capacidad de convivencia, y la capacidad de participar en la construcción de una sociedad justa, en la que los ciudadanos puedan desarrollar sus cualidades y de adquirir virtudes. (Adela Cortina, 1999)

Como ustedes pueden apreciar, el rol del ciudadano tiene la potencia de un grano de mostaza, pequeño pero rendidor. El rol del ciudadano no tiene por qué tener imposturas míticas. Ni falsos héroes, ni mártires inútiles. Porque si bien es cierto que hemos vivido momentos culminantes, con la gente en la calle, también lo es que todo lo que debía demostrarse desde el arrojo ya se hizo.  

El tiempo testimonial pasó. Pero también tiene que pasar el tiempo de la ansiedad, de la duda, del ¿Y tú qué propones? De la exigencia de pruebas. Porque desde el punto de vista del venezolano de a pie, no habrá otra prueba que la persistencia de cada uno, la vocación de imbatibles, el sabernos mejores y más poderosos, porque no hemos perdido la razón ni nos hemos evadido de la realidad.

Se trata de hacer cardumen. El ciudadano participa, delibera, impugna, resiste, pero también se prepara para cuando “el destino nos alcance”. El ciudadano hoy no se puede excluir del aporte, pequeño o grande que pueda hacer, “para mantener el candil encendido, y las reservas de aceite a buen resguardo”.

En este sentido, la primera pregunta del ciudadano es ¿qué puedo hacer yo? Y la respuesta es “participar con definiciones claras, sin la tibieza del que mira a la distancia, con el compromiso al alza”, sumando, siendo levadura, sal y luz. Nadie es despreciable en su capacidad de aportar. En su compromiso de aportar su diezmo para que la comunidad pueda ser mejor, y es mejor con ese compromiso que pone de relieve la pertenencia y hace cada día más necesaria e inminente la justicia.

Insisto, todos somos útiles, todos nos necesitamos. Pablo, cuando tuvo que responder a los Romanos cómo era eso de fundar y hacer iglesia, su respuesta fue maravillosa. Y por eso quiero compartirlo:

Romanos 12

“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con
solicitud; el que hace misericordia, con alegría.

El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad”.

El ejercicio de la ciudadanía es un aportar. Insisto, para hacer de la ciudad, del país, un espacio grato, donde todos queramos ser accionistas, pertenecer, del cual la gente no se quiera ir. Y en segundo lugar, donde haya justicia, derechos, garantías y oportunidades para soñar. Ningún aporte es pequeño. Implica de cada uno aportar lo que sabe. Como lo hemos visto estos días. El encierro nos ha impugnado a todos, nos inquiere sobre lo que podemos dar, y ya vemos como se ha movilizado la solidaridad que va desde una sonrisa, la compañía o un plato de comida al que no lo tiene. Y así, podemos ir escalando hasta ver cómo otros reclaman la verdad y se movilizan para evitar una escalada de más arbitrariedad totalitaria.

Hoy que estamos haciendo aquí: convalidando un curso de acción que impugna la propaganda, la mentira, la hegemonía. Ratificándonos que debemos coaligarnos, debemos resistir, tenemos la obligación de mantener en vilo todas las oportunidades posibles para la polis y que no van a contar con nuestro silencio y nuestra indiferencia para que ellos avancen sobre nosotros.

La política es un contraste de legitimidades. Gana el que cuente con la confianza de la gente. El régimen ha perdido la gracia y el favor de la gente. Y nosotros deberíamos ser los herederos legítimos de ese capital social que han perdido ellos y que podemos ganar nosotros. Ello supone tener coraje.

Quiero compartir con ustedes una parte de mis reflexiones que expresé en un artículo que escribí y que llamé “Eso que llaman coraje”. Señalaba allí que Juan Pablo II decía que el coraje caracteriza a todos los que tienen el valor de decir “no” o “sí” cuando ello resulta costoso. Es una característica propia de los hombres que dan testimonio singular de dignidad humana y humanidad profunda. Justamente por el hecho de que son ignorados, o incluso perseguidos por su compromiso con la verdad y los valores trascendentales como la vida, la libertad, la propiedad, la verdad y la justicia. El coraje es hacer lo correcto, vivir una moral de interrogaciones que se resiste al endoso automático, y tener claro por qué y por quienes vale la pena asumir el riesgo.

Si tuviéramos que hacer un inventario sobre las condiciones del coraje, el primero de ellos sería un indeclinable compromiso con la verdad. Tarea nada fácil porque estamos presionados constantemente para apartar la mirada y dirigirla hacia la mentira por la vía de la ofuscación, el debilitamiento de la voluntad, el relativismo y el escepticismo. Es más fácil vivir aferrados a una mentira condescendiente que asumir la verdad con todos sus requisitos. 

Por eso me gustaría decir que la ruta del coraje exige un ineludible sentido de la realidad, ese esfuerzo siempre inacabado de comprender y reconciliarnos con lo que está ocurriendo, sin que necesariamente esto signifique que sea posible la componenda, el perdón o el sometimiento a lo que nos daña y nos reduce al ser animal desprovisto de humanidad. Arendt nos acompaña en este difícil proceso cuando nos propone que entender esto que nos está pasando es reconocer que vivimos en un mundo donde estas cosas que nos ocurren son posibles. Son posibles la crueldad, la traición, la deslealtad, el saqueo, el crimen, el asesinato, la violación de derechos, el desvarío y el alejamiento radical de lo humano. También son realizables sus contrarios, y en eso precisamente consiste el llamado a comprender para luchar por un mundo mejor, en el que la verdad, discernida apropiadamente, puede ser un instrumento de liberación.

El sentido de realidad da paso a otra condición de la ruta del coraje: No se pueden usar medios inútiles, así como tampoco se pueden proponer fines retóricos. La verdad y su concomitante sentido de la realidad, nos exige que evitemos las cláusulas condicionales.

(1)   No es verdad que un ecosistema narco-criminal y terrorista pueda ser derrotado de una forma tan simple como sacar del cargo ejecutivo a uno de ellos. Por lo tanto, proponer esas elecciones donde el retador exige “que ambos se despojen del cargo para ir parejos a unas elecciones” es inútil por incompleto e inconsistente con un diagnóstico apropiado de la situación.
(2)   No es verdad que un ecosistema narco-criminal y terrorista tenga incentivos para dejar el poder mediante procesos de diálogos o negociaciones pactadas. No sólo por su condición de sistema difuso, ambiguo y líquido, sino porque sus condiciones para la cohesión interna exigen el uso impune de la fuerza pura y dura, y que ninguno de ellos caiga en desgracia o sea entregado.
(3)   No es verdad que un ecosistema narco-criminal y terrorista acceda a ceder el poder mediante su sometimiento a elecciones libres, porque es incapaz de garantizarlo y porque el régimen de ventajas, extorsiones, chantajes e impunidad forman parte de la esencia del ecosistema.
(4)   No es verdad que un ecosistema narco-criminal y terrorista se pueda despojar de su propia naturaleza arbitraria, ventajista y mafiosa para abrir espacios al reconocimiento y respeto por otras opciones.
(5)   No es verdad que un ecosistema narco-criminal y terrorista se pueda afrontar eficazmente mediante una rebelión popular que sume testimonialmente más presos y mártires políticos. Porque no hay condiciones de marco institucional que velen por derechos y garantías ciudadanas.
(6)   No es verdad que un ecosistema narco-criminal y terrorista practique la decencia pública y la honestidad en el manejo de los recursos. Todo lo contrario, se enriquece porque practica la corrupción, el saqueo y el cohecho para afianzar su poder y para debilitar moralmente a los que se les oponen. El ecosistema tiene en sus garras a una oposición corrompida, sin principios, incapaz de discernir y diferenciar lo bueno de lo malo, y que se ha visto reducida a ser el contorno del régimen que dicen combatir.
(7)   No es verdad que un ecosistema narco-criminal y terrorista sea derrotado por la vía de una unidad entre corruptos, amorales y honestos. Por eso la unidad ha sido el fetiche explotado e implorado por todos los bandos para simular la lucha e imponer vía trampa y fraude un cómodo modus vivendi entre unos y otros que ahora tiene componentes y escenarios internacionales.
(8)   No es verdad que solos podemos derrotar este ecosistema que se nos ha impuesto por la vía de la fuerza. La oposición honesta, no corrompida y que apuesta al coraje necesita toda la ayuda internacional posible.

Entonces la ruta del coraje exige que, reconociendo la realidad tal y como es, se pida ayuda internacional y se nos reconozca como víctimas cuyas estadísticas de éxodo, enfermedad, violencia política y muerte hablan por nosotros. Esta ruta exige denunciar la impostura de medios que no son tales, de cursos estratégicos que simulan la lucha, tanto como la profesionalización de la política como farsa y espectáculo que pide a cambio recursos sobre los que no rinden cuentas, ni permiten observaciones sobre eficacia y efectividad. El coraje exige de nosotros denuncia y propuesta, sin caer en la tentación de la promesa vana. Es una ruta que se esfuerza por tener resultados, usando el tiempo apropiadamente, teniendo presente todas las consecuencias que el mal inflige a la gente, y que insiste en lo que es obvio: que un régimen de hecho solo sale por la fuerza.

Coraje y ciudadanía son, en nuestro caso, sinónimos.

Por lo tanto, pensemos en el corto plazo con la serenidad del que espera sobrevivir para ver el largo plazo.  Concentrarnos en nuestros avances sin invertir mucho tiempo en quejarnos. Apoyarnos en todo lo bueno que hacemos. Saber que tenemos como responder cuando preguntas ¿qué haces tú por tu país, por tu ciudad y tu comunidad? Tirar por la borda lo que pesa. Exigir claridad y determinación. No unanimismo, porque no siempre la gran masa tiene razón. Nunca dejar de preguntarnos, nunca dejar de buscar razones y causas. Entender que la realidad es como es, y casi nunca funciona sobre la base de las clausulas condicionales que nosotros le ponemos. La realidad es dura. Por eso tenemos que asumirla sin miedo. Sin parecer perturbados. Confiados en nuestras propias posibilidades. Apoyados en nuestro ingenio. Practicando la paciencia. Y confiados en Dios.






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