La negación de la ideología
por: Víctor Maldonado C.
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
Llega un momento en el cual
todo termina como debió preverse. La economía se viene abajo, y lo único que
queda en pie es la certeza de que los socialismos siempre terminan mal. En ese
momento, los coadjutores del proceso, algunos de ellos insólitamente cándidos,
comienzan a decir que “esto no es socialismo, es otra cosa”. Y por esa vía, la
idea del socialismo se salva nuevamente para que otros vengan, la invoquen y
transformen su época y sus países en algo penoso.
Negar por lo tanto que las
experiencias socialistas son eso, socialismo puro y duro, es una forma muy
sofisticada y perversa de echarles una mano. Porque detrás de la represión de
las libertades y el destruccionismo hay una idea de la política, del ejercicio
del poder, y de la realidad, que son innegables. Y no solamente porque se
declaran abiertamente socialistas, y con el mayor desparpajo, comunistas. No
solamente porque sus íconos son el panteón de crueles tiranos que también
fueron comunistas. No solamente porque su discurso usa todas las categorías
marxistas, también son innegablemente marxistas porque la trama llega siempre
al mismo sitio: la negación de la sociedad, la destrucción de la polís, y la
instauración de un sistema de aniquilación de toda libertad y derecho. Y
finalmente, todos se justifican diciendo que este es el necesario camino hacia
una “sociedad luminosa” donde todos seremos felices e iguales. Como ya sabemos,
ese futuro no llega nunca.
Lo que si llega es la dictadura
totalitaria, que se propone crear “tierra nueva para un hombre nuevo” sobre la
base del control total de la realidad a través de la planificación
centralizada, la intervención del sistema de mercado (para que “se ajuste” al
plan), el capitalismo estatal y su concomitante estatismo, y la apropiación de
la propiedad privada y de su productividad, a través del control de todos los
medios de producción. ¿Quiere saber si es o no marxista? Los marxistas son
expoliadores de la propiedad ajena.
Detrás de toda esta aberración
práctica hay un sistema de ideas, el marxismo, y un dios al que le atribuyen
ser la fuente de toda verdad, Carlos Marx. El socialismo se pretende
científico, repudia la supuesta especulación de los demás, y se sirven de dos o
tres sofismas populares para convencer a las masas. Pero centrémonos en lo esencial.
Como ideología se plantea ser la fuente única y exclusiva del conocimiento y, por
lo tanto, el origen de la verdad. Ellos son los descubridores de una verdad que
a su vez develan a los demás y la recrean constantemente. Para ellos, el origen
de la propiedad es un robo. Por lo tanto, nadie merece lo que efectivamente
tiene. Para ellos, las masas son engañadas y sometidas por un orden económico
sostenido por los dueños del capital, por lo tanto, hay que destruirlos para
allanar el camino a lo que viene después: la dictadura del proletariado, que es
un eufemismo para declarar que ellos asumen el poder, y que no piensan
soltarlo.
Los marxistas caen siempre en
la contradicción de su propio análisis. Porque una cosa esa criticar, y otra
muy diferente es tener el poder y querer realizar una utopía. Son ellos los que
anticipan que “el grupo en el poder (también ellos cuando están al frente)
refuerza su posición dominante en la economía mediante todos los medios
sociales y políticos disponibles, (incluyendo el control total del Estado)”. Ellos
fueron los primeros que señalaron que “la ideología es uno de los principales
instrumentos de represión de que dispone la clase dominante, y es empleado para
engañar a las clases subordinadas sobre la verdadera naturaleza del (régimen) y
con el fin de perpetuar esta dominación”. La ideología les sirve para eso, para
imponer sus puntos de vista tanto como para acusar a los que no compran sus
versiones como víctimas de la falsa conciencia. Para ellos los demás están engañados,
son víctimas de sus propios errores de aproximación, o actúan de mala fe, para
sabotear el camino hacia la máxima felicidad. A todos ellos les sale una sola
medida: obligarlos a ser libres (Rousseau dixit) a través de revoluciones
culturales, gulags siberianos, campos colectivos donde se corta caña para
aclarar las conciencias, o simplemente tirarte en cualquier versión de encierro
inhumano. Para ellos los demás, los que no piensan como ellos dicen, no son
gente. Son enemigos y traidores a la patria.
Para volver al argumento
principal: El marxismo piensa así. Sus modelos mentales son poder, dominación,
control total y el planteamiento de antagonismos extremos. Lo primero que dañan
es la economía porque arrastran con ellos las falacias provistas por Marx,
contenidas en su concepción materialista de la conciencia con la que intentan
sostener que “la estructura económica de la sociedad determina todos sus demás
aspectos, desde las relaciones sociales y las formas políticas, hasta la ley,
la moral y el conocimiento mismo.
Para Marx, cada sistema
económico da lugar a la existencia de clases en la sociedad, y el conocimiento
de las personas y sus creencias están determinadas no solo por el contexto
social, sino por su particular condición de clase dentro de la sociedad”. Si
fuera así, también sería para ellos. Como no es así, el socialismo es un
intento vano, pero muy cruel, de sustituir los resultados del orden extenso
acumulados por el esfuerzo civilizacional, para colocar en su lugar el caos que
resulta de intentar falsear la realidad. Porque lo que ellos producen es ruina,
represión, y una burocracia privilegiada y autorreferencial que no consigue
ningún otro quicio moral que la voracidad con la que consumen poder.
Hagamos aquí un intento de
sistematizar lo que hemos planteado sobre la ideología:
a)
Presenta ideas y conocimientos, de tal modo que
implica cierto tipo de creencias y de acciones.
b)
Se propone como si estuviera dotada de poder
explicativo para hacer el mundo comprensible a quienes creen en ella, aunque en
realidad distorsiona la verdad por medio de la selección, de la interpretación
o de la falsificación lisa y llana.
c)
Posee poder persuasivo; a menudo sus preceptos
aparecen como imperativos morales. Intenta movilizar las emociones evocando
prejuicios comunes y miedos profundamente arraigados.
d)
Afirma ser científica, basándose en pautas de
argumentación semejantes a las de la ciencia, o invoca pruebas científicas,
como lo intentan los socialistas para invocar al capitalismo como origen de
todos los problemas. Esto les sirve para aumentar su poder explicativo.
Presenta también una coherencia espuria y cierta logicidad que le permite
ocupar el lugar de la superstición, la religión y la tradición.
e)
A pesar de su presentación científica, cuando se
la somete al análisis, la ideología con frecuencia resulta irracional.
Reconcilia dentro de sí misma elementos incompatibles, cambiando el significado
de las palabras o distorsionando los hechos, de modo que se presenta a sí misma
como un todo aparentemente auto consistente y lógico.
f)
La ideología es, como lo plantea Hannah Arendt,
un forzamiento unidimensional, un ismo, que, para satisfacción de sus
adherentes, puede explicar cualquier hecho deduciéndolo de una única premisa.
Solo que la explicación es falsa. Y hay que imponerla desde la sinrazón y por
la fuerza. De allí que todos los socialismos sean totalitarios, violentos y
represivos.
Pero volvamos con nuestro
objetivo. ¿Por qué hay gente que quiere perdonarles la vida y decir que los
socialismos reales no son socialistas desde el punto de vista ideológico? ¿A
qué viene tanta falta de cordura y tanta compasión inconveniente?
Con esto lo que quiero decir,
es que nos guste o no, el régimen venezolano, que se declara el instaurador del
socialismo del siglo XXI, está prefigurado en sus causas y consecuencias dentro
de la utopía marxista. Ellos se cree el principio de todas las cosas. Siempre
es así. Sostienen que fueron ellos los que inventaron la preocupación por lo
social. No cabe duda de que la pobreza es su principal lema publicitario, pero
no la resuelven. Solo intentan control social porque saben que si primero las
arruinan y les niegan cualquier posibilidad de movilidad social productiva, les
resulta más fácil someterlas.
Precisamente, los pobres se han
convertido en los rehenes de este régimen, y en la excusa perfecta para haber
intentado un proceso destruccionista que ahora nos asola a todos. En virtud de
que ellos son un problema de Estado, se adelantó el proceso revolucionario con
un criterio de urgencia que excusó al gobierno del respeto de las formas y
convenciones democráticas. Ellos invocan la urgencia de una situación para
cometer cualquier desvarío económico. No importa si se llama Hugo Chávez,
Nicolás Maduro o Alberto Fernandez. Los pobres son la gran excusa para el
autoritarismo, y por eso no hay socialismo que no sea flagrantemente populista.
Y concomitante a este populismo
venenoso, progresivamente van configurándose alrededor de un síndrome
autoritario que tiene los siguientes rasgos:
1.
Capitalismo de Estado en pleno desarrollo:
El gobierno en esta fase no renuncia a la práctica capitalista (v.g. la venta
de bonos del Sur y PDVSA), pero la restringe al uso casi exclusivo del
gobierno. En segundo lugar, somos los espectadores de una vorágine
nacionalizadora de empresas, de la expropiación de otras, del reordenamiento de
las tierras agrícolas; de la importación directa de bienes y servicios, y
además, de la instauración y mantenimiento (al precio que sea) de una red
pública de comercialización. El triste resultado de este esfuerzo es la
escasez, y el repunte de la inflación.
2.
Centralización en pleno desarrollo: Un
socialista no está dispuesto a convivir con otras fuentes legítimas de poder
político. Ni tiene la necesidad de compartir este poder por razones de
legitimidad. Ni cree en el pueblo compartimentalizado por regiones grandes, y
por lo tanto inmanejable a los efectos de su proyecto de control total. Al
contrario, progresivamente va implantando una versión muy fiel de “unidad de
mando – unidad de dirección” que concentra todo el poder y toda la
responsabilidad en la persona del presidente de la República.
3.
Un gobierno sin controles y, por lo
tanto, sin responsabilidad: El esquema actual de funcionamiento de los
poderes públicos es de sometimiento absoluto a la voluntad del líder del
proceso. Una Asamblea Nacional incapaz de tener una agenda propia. Un sistema
judicial totalmente intervenido, parcial y atento a las consecuencias que
puedan derivarse de sus actos, si son autónomos o apegados a la ley. El poder
ciudadano, especializado en defender al gobierno y en desamparar al ciudadano.
Todos ellos se han convertido nada más, y nada menos, que en la fachada
conveniente para que todo este despliegue autoritario mantenga las mínimas formas
frente a la comunidad internacional. Es en este sentido la mejor y más perfecta
versión de una república bananera, y socialista.
4.
Un país sin Estado de Derecho: La
Constitución y las leyes no están por encima del gobierno. El gobierno está más
allá del bien y del mal, y poco a poco se va apropiando del “derecho” de usar y
abusar de la ley. De aplicarla como instrumento de retaliación y persecución,
manteniendo en simultáneo sistemas de segregación política. Un Estado sin
Derecho deja en suspenso el disfrute de los derechos ciudadanos. Un Estado que
se proclama en proceso de rediseño, con una reforma Constitucional (esa siempre
llega) de la que nadie sabe nada; con un mandato habilitante en el que nadie
ajeno al alto gobierno puede participar con propiedad, no puede asegurarle a
nadie el ejercicio de las libertades.
4.
5.
Un país con los derechos de propiedad
condicionados “por ahora”: Sabiendo que no hay forma legítima de procesar
socialmente las diferencias entre la pequeña propiedad (de mera supervivencia)
y la propiedad para generar riqueza y prosperidad, al final del camino la
realidad es la miseria cubana, en done finalmente nadie es dueño de nada
importante. Todo es del gobierno, o pudiera ser del gobierno, gracias a las
leyes socialistas y a la arbitrariedad sistemática con la que se ejerce el
poder.
6.
Un país con las libertades condicionadas:
Alguna vez, una de las caricaturas de Zapata decía algo como esto: “Los que no
quieran pensar como yo, están en libertad de no pensar”. No fue gratuita la
alusión a la situación del país, sabiendo además que era poco probable que
sobrevivieran unas libertades ante la conculcación de otras. Lo cierto es que
el poder del gobierno socialista se impone como una fuerza atemorizante en
cuanto a lo que la gente quiera decir, o pueda hacer.
7.
El gobierno monopoliza y usufructúa las
organizaciones intermedias: Anulados los sindicatos libres, promovidos
gremios empresariales alineados con el gobierno, execrados los movimientos
sociales democráticos del diálogo social, arrasados los partidos políticos,
ignoradas las asociaciones de vecinos y constituidas las organizaciones
comunales dependiendo directamente del presidente, registradas y severamente
limitadas las organizaciones no gubernamentales, y evitando de cualquier forma
que ellas reciban apoyo de los donantes, queda solo en el cuadro el gobierno y
sus adeptos. Así ocurrió en la Alemania de Hitler, en la Italia fascista, y en
la Cuba castrista. El gobierno extiende sus tentáculos hasta la raíz de la
sociedad para intentar el control absoluto. Todos socialismo aspira a la
trinidad terrible que se forma con el partido único, el gobierno centralizado y
totalizante, el líder único, frente al pueblo masa, inerme.
8.
Fascinación por las experiencias
alternativas al capitalismo: Cuba, Irán, China como potencia emergente, y
por movimientos sociales insurgentes. Y la vieja aspiración de solidaridad de
bloque antiimperialista ahora etiquetada desde el Foro de Sao Paulo, el Grupo
de Puebla, y la Internacional Progresista.
9.
Culto a la personalidad: En un
socialismo real llega un momento en que sin pudor alguno todo el mundo oficial
gravita alrededor de la iconografía del líder del proceso. El presidente es el
alfa y el Omega de todo. El sumo conductor, el imprescindible, la causa y el
efecto, el que siempre tiene la razón. Una versión tropical de papá Stalín, o
del Fuhrer del III Reich. La expresión del triunfo de la voluntad, con épica
(drama y desenlace) incluido, invencible, intachable, y ahora, privado,
distante, confidencial. Nunca duerme. Nunca se cansa. Está en todo; piensa por
todos. El padre y la madre de la nación. El mejor profesor; el mejor
estudiante. El que escribió el libro. El que impuso el color rojo. Y a quien no
se le puede llevar la contraria. Ni a él, ni a sus hijos.
10.
Propaganda y adoctrinamiento: El
fatal Juan Carlos Monedero, que ahora está en España tratando de descalabrar la
monarquía, cobró sus buenos reales para venir a Venezuela para darle argumentos
ideológicos de primer mundo al socialismo del siglo XXI. Él y su marxismo
europeo argumentaron que “había cosas que nunca se iban a resolver con
ingeniería o estructuras administrativas, sino cuando la gente entendiera las
nuevas reglas del juego, que formaban parte de un nuevo sentido común”. Poco
más hay que decir para ver claro el empeño y el esfuerzo persuasivo que los
socialismos despliegan una vez que toman el poder. Los esfuerzos de persuasión,
la necesidad de mentir sistemáticamente y la toma de la educación para imponer
una nueva versión que los legitime como héroes, forma parte de una receta
esencial.
11.
Cerco a la Empresa Capitalista y su
suplantación por otras formas “sociales” de propiedad: Que no es otra cosa
que el reconocimiento de que en las primeras de cambio es necesario un
matrimonio forzado e incómodo, pero cuando las circunstancias lo permitan, el
protagonista fundamental del capitalismo desaparece y será sustituido por otras
formas donde no estén presentes el lucro. Utopía ingenua, pero peligrosa. Hasta
la fecha el cerco industrial intentado en cada experiencia socialista ha
significado una inmensa pérdida de oportunidades para los países. No hay
inversiones, no se generan empleos suficientes, el mercado pierde profundidad, y
el mercado negro de bienes y servicios de primera necesidad se hace presente y
acompaña a la escasez y la inflación.
Esto
es lo que ellos defienden, esta es su ideología, esto es lo que resulta
consustancial a su pensamiento y a su acción. Entonces, ¿vale la pena deslindar
los desastrosos resultados de las ideas desde donde los paren? ¡No me parece!
Porque son socialistas acaban con sus países.
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