FASCINACIÓN TOTALITARIA. Veintitrés años después.
Este artículo lo escribí cuando nadie creía en la amenaza de Chávez, y la sociedad se hallaba obnubilada por el carisma del personaje. Propongo su lectura veintitrés años después. Cada uno que saque sus conclusiones.
FASCINACIÓN TOTALITARIA.
Por Víctor Maldonado C.
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
14/12/1999
Hannah Arendt, famosa politóloga alemana, comienza su
tercer libro sobre “Los Orígenes del Totalitarismo”, (Alianza Universidad,
335), estudiando el papel de las masas
en la consolidación de los regímenes totalitarios. No cabe duda que todos los
dirigentes totalitarios ejercieron una fascinación sobre las masas ante la que
“nadie se hallaba inmune”. En el caso de Hitler tal efecto operaba como un
extraño magnetismo que irradiaba de forma apremiante y se apoyaba en la fe
fanática en este hombre, en sus pseudo autorizados juicios sobre todo lo que
existía bajo el sol y, en el hecho de que sus opiniones, -tanto si se referían
a los efectos perjudiciales del hábito de fumar o a la política de Napoleón-,
podían ser encajados en una ideología que lo abarcaba todo.
Sin embargo, una vez caídos, todo
el esfuerzo de los aparatos del Estado para perpetuar en la memoria de los
pueblos la imagen de grandeza del líder, pronto fue borrado con la misma pasión
con la que meses antes deliraban con sus palabras. Nadie recuerda a Hitler,
mucho menos a Stalin a Mussolini o a Franco. Pronto fueron reemplazados en la
memoria colectiva y los pueblos se animaron incluso a ubicarse en el otro polo
de las creencias políticas con el mismo fervor.
Arendt da dos razones para que
esto ocurra: La primera tiene que ver con la proverbial volubilidad de las
masas; la segunda, con una peculiaridad de todos los movimientos totalitarios:
la manía del movimiento perpetuo, por la cual, sólo pueden mantenerse en el
poder mientras estén en marcha y pongan en movimiento a todo lo que exista en
torno a ellos.
Esta larga introducción contiene,
a mi entender, dos claves significativas del futuro de Venezuela. No cabe duda
que nos encontramos frente al discurso de un líder totalitario, con innegable
carisma, con respaldo popular y una forma de hacer política similar al estilo
con el que Hitler intentó hacer y ganar la guerra en el frente ruso: La guerra
rápida. Veamos que consecuencias puede traerle en el mediano plazo.
El vínculo con la masa: Simpático, cercano y milagrero.
Desde los orígenes de la civilización, los pueblos han
buscado desesperadamente un vínculo carismático con sus dirigentes. Por ellos
hacen la guerra y viven en paz; por ellos son capaces de proponerse las cosas
más sublimes y las más perversas; los líderes proporcionan direccionalidad,
pero nadie garantiza que sean infalibles y que conduzcan a sus secuaces a “la
tierra prometida”. Por cada Pericles de Atenas siempre encontraremos un
Alcibíades. Aquel significó el esplendor de la edad de oro, la construcción del poderío de la ciudad y la
erección de majestuosos monumentos a sus dioses; éste proporcionó la decadencia
definitiva a pesar de su belleza y su legendaria capacidad oratoria. La
historia muestra contundentemente que el pueblo se equivoca y se embarca con
cierta regularidad en errores históricos que los hace retroceder e
involucionar, víctimas, sobre todo, de su propia ignorancia. Ese fue
precisamente el dilema, no resuelto satisfactoriamente, de la República de
Rousseau: “Malos ciudadanos generan repúblicas corruptas y malas repúblicas
producen malos ciudadanos”. Ya era tiempo que Venezuela comenzara a cobrar a
sus élites su deterioro educativo y se evidencia el saldo neto de la pérdida de
criterio de realidad de la que fue víctima su población.
Por esa razón precisamente Arendt afirmó que “Cuando las
sociedades carecen de discernimiento, cualquiera que tenga un tono de
convicción inconmovible, no perderá fácilmente su prestigio, aunque hayan sido
muchas las veces en que se haya demostrado que estaba equivocado”... hasta tal
punto que la sociedad puede mostrarse a estar inclinada a aceptar
inmediatamente a una persona por lo que pretende ser, de tal forma que un
chiflado que se haga pasar por genio, tiene ciertas posibilidades de ser
creído”.
Y qué mejor para un pueblo tan
equivocado que tener a la cabeza a un dirigente que se comporta como “filósofo
de barbería de pueblo”, que para todo tiene una respuesta, cuyo tono es
acusador, que confronta todo lo dicho y lo hecho y que riega los resentimientos
populares con odio y promesas de revancha. Qué mejor para un pueblo que se
siente postergado, al evidenciarse un severo empobrecimiento, que convocarlos a
gobernar a la sombra de la trivialidad de una nueva religión que sustituye
dioses y sacerdotes por otros que prometen becerros de oro bañados en la sangre
de “la oligarquía corrupta de los últimos cuarenta años”.
En este sentido, Chávez es su
propio mensaje; promesas de solución inmediata a la vista de toda la población
que oye y escucha sus programas; no importa que la cola sea infinita; en la
lotería cuyo premio es la comunicación directa con el Comandante está la
solución al problema; como una Madre Teresa, cuya labor se agotaba con cada
leproso que atendía, aunque en ese mismo instante en Calcuta se estuviesen
muriendo mil sin ninguna atención, el Presidente intenta atender las
necesidades del país caso a caso, lo que sin lugar a dudas es una buena gestión
para una monja de la caridad y una pésima estrategia para un gobernante, pero
el inmenso poder de atender, como si fuera un “talk show”, el drama
personal del entrevistado, genera sin
lugar a dudas un vínculo con la población basado su capacidad de lograr el
milagro. Total, este es un país donde
Cristina y Napoleón Bravo son muy populares con el mismo método; no hay que
olvidar que Venezuela fue la pionera de las telenovelas que mostraban que “por
estas calles, tal y como va viniendo, vamos
viendo”.
Pero se mueve.
Y precisamente, esa capacidad de
mostrar que se mueve, de promesas sin fin, de sesenta y dos mil casitas de 70
mts., del Banco del Pueblo, del Fondo Unico Social, del Plan de Empleo Rápido,
del Programa Bolívar 2000, de la creación de la nueva constitución, del “plomo
va y plomo viene”, del “ni pido cuartel ni doy cuartel”, del “que hacía Ud.
cuando dormían en Miraflores amantes”, de “los curas endemoniados”, en un
estribillo constante, pero dicho con una firmeza y convicción aterradora y
arbitraria, convierte la gestión pública en el campo del fanatismo fascinador
de las clases populares que disfrutan y se conforman con ser coprotagonistas de
una forma de hacer política que es en sí misma un espectáculo.
No hay tiempo para las réplicas;
no hay una oposición que le siga el ritmo; no hay institución que pueda
mostrarse impoluta frente a la acusación de estar de alguna manera vinculadas
con la historia reciente. Sólo él y el pueblo excluido son los únicos que
lograron transitar las circunstancias de este fin de siglo venezolano sin
contaminarse con la podredumbre política de los últimos cuarenta años. Se
mueve, en un momento está en Caricuao y al día siguiente trotando en la muralla
China, y esa fascinación mediática por ahora encubre una trampa mortal,
ciertamente se mueve, pero todos seguimos en el mismo sitio.
El general frío.
La fascinación de las masas y la constante movilización
implican un gasto inconmensurable de energía para el dirigente y su aparato
político. Algo similar pasó con Hitler y su campaña en el frente ruso. Los
tanques avanzaron a toda velocidad, encontrando una mínima resistencia, hasta
que la nieve, el barro y el frío acabaron con esa enorme maquinaria militar
antes de cosechar los primeros éxitos. ¿Cuál será en Venezuela el factor que
tenga la misma significación que el General Frío tuvo para Hitler?. No me queda
la menor duda que la imposibilidad de mostrar resultados. Más temprano que
tarde el mismo pueblo que plenó la Avenida Bolívar en una multitudinaria
manifestación de apoyo, comenzará a pedir explicaciones: ¿Dónde están las
casitas?; ¿dónde está mi empleo?; ¿dónde cobro mi jubilación?; ¿Dónde me pueden
operar?; ¿dónde está la comida?... Y el general hambre comenzará a ganar la
batalla, porque en algún momento se acabarán las posibilidades del circo y el
payaso se quitará la máscara y mostrará su verdadera cara: La impresión será
escalofriante, porque el que divertía al pueblo con sus mejores actos de
prestidigitación siempre fue un gorila.
Un día tras otro.
Por eso no hay nada más contundente que el incesante
acontecer de un día tras otro; el tiempo no juega a favor de los líderes
totalitarios porque las sociedades mediáticas se cansan pronto del mismo
espectáculo y tienden a cambiar más pronto que tarde el programa. Ciertamente
el nuevo proyecto de constitución si a alguien no le conviene es precisamente a
Chávez que se verá abrumado por promesas que cuestan plata, ¡y plata que no
tenemos!. Y en ese momento ese santo
dejará de hacer milagros.
Todo es cuestión de tiempo, como todas las cosas en este
mundo...
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ResponderEliminarHubo una minoría, y alli me incluyo que si vió las señales, muy anteriores, de Chavez visitando La Habana apenas saliendo de la carcel en 1994, recibido por el propio Fidel a las puertas del avión, su discurso en la Universidad de la Habana, por lo demas teniamos décadas con los viejos añorando "un militar" para arreglar el desastre.
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