De primarias, elecciones y otras pendejadas.
De primarias, elecciones y otras
pendejadas.
Por: Víctor Maldonado C.
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
21/07/2022
Todo parece indicar que los
políticos venezolanos padecen una visión equivocada de la realidad. Y a eso se
le llama locura, desde los griegos hasta los tiempos presentes. Nuestros
políticos están locos. No solamente porque se resisten a ver las cosas tal y
como efectivamente son, sino porque con perversidad y alevosía quieren que su
locura sea el denominador común de la sociedad.
Que los socialismos jueguen
a la perturbación de la psique ya es materia conocida. La propaganda, la
tergiversación, la mentira y la repetición morbosa de excusas que nadie les
cree pero que ellos repiten incansablemente, poco a poco van deteriorando la
condición humana hasta plantear dudas donde deberíamos tener certezas.
Sin duda, a ello ha
contribuido la estupidez de nuestras clases intelectuales. Por ejemplo, tratar
de evaluar económicamente un ecosistema criminal totalitario tal y como si
fuera una democracia liberal, con pesos y contrapesos institucionales es, qué
duda cabe, una fatal majadería. Debatir por largos meses si “Venezuela se
arregló o no” es otra forma de vivir la alucinación y de jugar al sinsentido.
No hablemos de las
atrocidades que están sufriendo nuestra población migrante. Ni a los políticos
ni a los intelectuales (que en su conjunto conforman una costra de intereses
mezquinos y autorreferenciales) les parece interesar la masacre que está
ocurriendo con ellos. Por cierto, tampoco parece importarle al régimen. Eso sí,
algunos quisieran romantizar esta hecatombe, diciendo que nadie tiene como
juzgar esa decisión suicida de nuestros sectores populares. Con esta actitud se
ha perdido el rastro de la compasión y por lo tanto, buena parte de la
posibilidad de reconstruir nuestro sentido de nación.
El dolor, el hastío y la
desesperanza han jugado en contra. Tenemos una población vapuleada por las
circunstancias, sobrevivientes de la pandemia, la hiperinflación, los apagones,
la falta de agua, la inseguridad, el colapso educativo, el fraccionamiento de
las familias y la conciencia de un empobrecimiento tal vez irrecuperable.
Venezuela es un país de saldos, que la están comprando por pedacitos. Un país
abandonado a su suerte, usado sin escrúpulos como argumento constante por unas
élites desvergonzadas que no nos quieren.
Comencemos por decirlo así,
claro y tajante: Este es un país malquerido por unas élites que no nos
merecemos. Me refiero a la falsa ilustración que funciona como bisagra a una
clase política corrupta, ineficaz e improvisada. Me refiero al cinismo político
que lleva un cuarto de siglo apoltronado, enriqueciéndose, simulando y en
contubernio con el régimen. Me refiero a la tramoya que hay detrás, que nadie
quiere explicar, y que una y otra vez usurpan nuestros derechos ciudadanos.
¿Quién los nombró? ¿Cuándo van a rendir cuentas? ¿A quienes se deben? ¿Por qué
son ellos los que negocian nuestra suerte? Llegadas a las preguntas sin
respuestas es que comenzamos a sentir los efectos tenebrosos de una locura
interesada, la que quieren para nosotros, y la que ellos practican, como si la
consigna nacional fuera “hazte el loco y no vengas a joder el parque”.
Sin sentido de realidad,
cualquier cosa es posible, pero irrelevante. Y el sentido de realidad es un
marco de análisis que no puede dejar preguntas sin respuestas. A veces he dicho
que parte de nuestro castigo es creer que la realidad funciona a pesar de todas
las cláusulas condicionales que nosotros le pongamos. Por ejemplo, “y si nos
unimos todos y hacemos un frente común…”. O “si todos salimos a la calle y
manifestamos hasta que caiga la tiranía”. O “si mantenemos la continuidad
constitucional y preservamos al interinato…”. Preñados de deseos, respecto de
los cuales no hay ningún análisis de profundidad sobre su viabilidad y su
pertinencia, pasamos de una decepción a otra peor, porque la realidad impone sus
propias condiciones, que no siempre nos convienen.
He dicho también que, la
locura a veces nos presiona hacia la inmediatez. Así no funciona. La realidad
tiene sus procesos. Algunos sueñan con un nuevo mesías político. Olvidan que el
último devoró al país. El frenesí providencialista en maridaje con una nostalgia
que imagina al hombre fuerte, bueno y constructivo (que nunca tuvimos) hace que
estemos pendientes de un amanecer diferente sin haber trabajado sus condiciones.
Las canteras dirigenciales del país están en bancarrota luego de muchos años de
desvarío y saqueo.
Tenemos un problema grave y
extendido con el manejo de la realidad. No es suficiente negarla para que las
condiciones que vivimos cambien súbitamente. ¿Y cuales son las conficiones? La prevalencia
de un ecosistema criminal que ha invalidado todas las instituciones
republicanas, desactivado la democracia y malogrado cualquier opción de
alternancia en el poder. El régimen no juega limpio.
La iniciativa y la agenda las
lidera el régimen. También las convocatorias a las elecciones. Por lo tanto, debemos
reconocer que todo apresto alrededor de las fechas electorales significa una subordinación
servil al totalitarismo del siglo XXI. Este cronograma no responde a las
expectativas, necesidades y aspiraciones de los ciudadanos, convidados de piedra
en una parodia en la que los roles están muy bien repartidos entre los que
gobiernan y su dócil opolaboración.
Esta circunstancia ocurre en
el marco del intento sistémico de tergiversar la realidad a través de un
esfuerzo propagandístico intenso que quiere vender que Venezuela se arregló,
que Nicolás es bueno, que ya cesó la persecución política, que quedan
pendientes algunos detalles (agenda de negociación perenne), que las sanciones
fueron un exceso que fracasó, y que la opolaboración tiene su espacio, hacer gestión
con la condición de no hacer política, como los capos de los campos de concentración
nazi.
Es en este marco que se
puede entender que hablar de primarias, elecciones y partidos políticos es una
gran pendejada. Todo eso forma parte de un circo caduco y corrompido que no va
a traer ninguna mejora sustantiva a los venezolanos, quienes siguen yéndose del
país y sufriendo como pocos la calamidad de vivir los rigores del socialismo
del siglo XXI.
Esta dirigencia es nuestra
catástrofe que debemos superar. Apegarnos a ella es un señal de locura. Como
decía Foucault “hay apegos que hacen que el hombre acepte como verdad el error,
como realidad, la mentira, como belleza y justicia, la violencia y la fealdad”.
Que este no sea nuestra realidad perenne.
@vjmc
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