La misma encrucijada política


La misma encrucijada política

Por: Víctor Maldonado C.

25 de octubre de 2022

 

Hay momentos cruciales para el destino de los países en los que los que fungen de dirigentes, las élites políticas y económicas, parecen postradas y, por razones de su propia conveniencia, abandonan la vanguardia del país y se colocan en una vergonzosa retaguardia, mientras los ciudadanos de a pie, avanzan y dejan lejos a unos líderes que no dan la talla.

Venezuela a finales del 2022 parece ser un buen ejemplo. Desde hace rato la política fue abandonada a su suerte. A los ciudadanos no les significa ninguna posibilidad de salir de esa difícil vivencia de represión, presente menguado y total oscuridad respecto del futuro. Si la política no es útil, se lanza al basurero de las malas anécdotas, del justificado resentimiento y del más absoluto desprecio.

Ahora son los políticos los que lucen sin tracción. Todos, sin excepción, han derrochado su vigor carismático. Todos sin excepción lucen envejecidos, macilentos, entregados y centrados en su propia supervivencia, habiendo roto los diques de cualquier contención ética. Todos ellos son sus propios espectros, cada uno dedicado a lo suyo, y ninguno velando por la suerte del país.

Las encuestas dicen eso. Todos están siendo víctimas propiciatorias de la indiferencia. La participación está reducida a las posibilidades de movilización de maquinarias vetustas y de las farsas construidas con el poder de la imagen. Todos están expuestos en un charco mustio donde ellos se han resignado a ser las últimas ranas que croan en la larga oscuridad que ellos han patrocinado. Las últimas ranas de una jugarreta tremebunda donde cada uno de ellos demostró la baja valía política. La gente tiene razón, no sirven a los efectos de construir una oportunidad de liberación del país.

Las encuestas dicen que todos ellos compiten por aventajar a los otros en un porcentaje de popularidad que no sirve para reactivar el ánimo político del país. Todos ellos compiten en un espacio reducido que no llega al 20% de la población electoral del país. Frente a esa circunstancia se erige un muro de total indiferencia que llega a ser del 80%. Entonces, el que más tiene, no llega al 4% o 5% de las preferencias de la población todavía pendiente de la política. Si ese no es un mensaje efectivo de desprecio estructural, entonces no sé que otra cosa puede ser.

El desprecio no es solamente un rechazo a las estrategias vacilantes que hasta ahora han intentado. No se limita al hastío que provocan su falta de fortaleza para mantener una ruta sin que les tiemblen las canillas. Ahora ese desprecio se remonta hasta el ser. Son ellos mismos los rechazados, no solamente su conducta política. Es, por decirlo así, una ruptura más profunda, más ontológica, una mirada más abrupta que se fija en el otro para manifestarle que la ruptura es irreversible.

Los venezolanos ya llevamos un cuarto de siglo soportando sobre nuestras espaldas a los mismos dirigentes que, en diferentes combinaciones, solamente son capaces de darnos a probar el mismo elixir de fracaso y traiciones. No es cierto que el mérito del totalitarismo reinante sea solamente del régimen. También lo es, a partes iguales, de una dirección política impúdica que no ha tenido escrúpulos a la hora de entregar las banderas de la lucha. Y que se ha acostumbrado a ser componente estructural y funcional del ecosistema criminal.

Esa dirigencia que negocia entre placeres inconfesables y lugares exóticos. Que vive en un exilio dorado que pocos políticos latinoamericanos han logrado. Que no trabaja para mantener a su familia. Que se conforman con ser una figurita usada de un álbum viejo. Ellos saben que, si se salen de su zona de confort, desaparecen. Porque no son democráticos, porque operan como una coalición de oligarcas con aspiraciones limitadas a lograr, por tiempo limitado, ser los tetrarcas de alguna región.

La traición de las élites se mide por el silencio calculado. Se representa en cada propuesta genuflexa, en su autocensura complaciente y dócil, en su indisposición para plantear las verdaderas causas, en su apertura a colaborar, en su servil acatamiento a las exigencias del modelo, y en esas ganas de hacer rendir el momento para su propio peculio. El país vive otra vez la traición al alimón, de unas élites que no se merecen, que dan vergüenza, cuya única aspiración es ser los capos de esta infeliz situación.

Es en este contexto que plantean realizar unas primarias para seleccionar un candidato presidencial. Tendrán de todo, menos gente. Y por eso no pueden ofrecer nada diferente a un nuevo fracaso. Entre otras cosas porque ellos no son alternativa. Son una mala copia de los males que ya tenemos: socialismo corrupto y ajeno a la justicia. Una ausencia de imaginación que solo puede ser mordaza. Y el timón roto que los hace girar alrededor de si mismos.

Algunos, pienso yo que, de buena fe, intentan una vez más la misma imposibilidad. Unir al país detrás de una dirigencia en bancarrota moral.  Eso ya perdió el sentido, si alguna vez tuvo alguno. ¿Por qué los ciudadanos que han sufrido tanto sin corromper su esencia van a respaldar a los que si lo hicieron? Tal vez los venezolanos se han vuelto más exigentes y tantas calamidades nos ha llevado a ser más pulcros.

El significado de encrucijada es la siguiente: “Situación difícil o comprometida en que hay varias posibilidades de actuación y no se sabe cuál de ellas escoger”. Por eso me pregunto si realmente estamos frente a una encrucijada o frente a un acertijo. Llevamos un cuarto de siglo recorriendo el mismo camino, con los mismos acompañantes, interpretando la misma parodia, y matándonos de aburrimiento. Estamos “muy ladillados” del elenco del fracaso, de sus imposturas, de su perversidad. “Muy ladillados”.

Por eso no creo que haya nada similar a un punto de inflexión. Ellos seguirán con su trama, eso sí, cada día con el teatro más vacío. ¡Hasta que se seque el charco definitivamente!

Twitter: @vjmc


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