San José de Nazareth, resiliencia en la crisis política.

 


San José de Nazareth, Resiliencia y Crisis Política.

Por: Víctor Maldonado C.

20/11/2025

La gente está angustiada. Todos están esperando la precipitación de unos acontecimientos que no están en nuestras manos. Somos actores pasivos en una trama que es “meteorológica”, como un gran huracán, que está más allá de nuestras posibilidades de dominio.

En Venezuela, estos días se viven con la respiración entrecortada. Las familias sienten que todo está “a punto de pasar”, como si la historia hubiera entrado en una zona donde lo impredecible manda. Los rumores, las tensiones crecientes y la sensación de que un hecho de fuerza puede precipitarse en cualquier momento producen algo muy humano: miedo.

Cualquiera de los venezolanos sabe intuitivamente de costos y de las consecuencias de los vacíos de poder.  Por eso se debaten entre querer que todo ocurra ya y tratar de que todo transcurra de la mejor manera posible. Es la agonía que corresponde al cierre de un ciclo. Una posibilidad que es imposible de tramitar sin costos emocionales.

Las madres, los padres, los abuelos, los jóvenes que no saben si deben quedarse o correr están enfrentando una incertidumbre que no escogieron, pero que toca vivir con serenidad, conciencia y sentido. Recordando que en nuestro ADN hay fortalezas estoicas que, aquí y ahora, debemos traer al plan consciente.

Recientemente un buen amigo mío me recordaba el valor del modelaje del silencio, la prudencia y la virtuosa docilidad ante las circunstancias de la vida. Nadie escoge su destino, pero si puede afrontarlo desde el carácter. Algunos son héroes, otros mártires, y la mayoría, protagonista silenciosa, expectante, algo más que auditorio, poco menos que intérprete principal. Está allí, sin ser fondo, pero tampoco sin ser la figura principal. Pero su estar, hace la diferencia.

Ante este tipo de horas menguadas, donde la fragilidad humana se muestra sin máscaras, tiene sentido recordar una figura silenciosa, casi olvidada, pero extraordinariamente actual: San José de Nazareth.

No fue rey, ni general, ni profeta con voz tronante. Era un hombre de a pie, común, discreto. Fue un carpintero. Un hombre justo. Un padre que atravesó su propia tormenta sin perder la fe, la lucidez ni el amor. Asumió con mansedumbre lo que tenía que vivir, pero lo hizo con lealtad a los suyos, confianza en Dios y mucha determinación.

Hoy, su ejemplo puede iluminar la resiliencia venezolana. Creo que los venezolanos necesitamos reflejarnos en quienes pasaron circunstancias similares, y lo hicieron con mucho esfuerzo, pero con buenos resultados. Veamos por qué razones.

1. San José: El hombre que vivió bajo presión, incertidumbre y riesgo

San José es, paradójicamente, uno de los grandes personajes de la historia que más nos dice a través del silencio. De él se dice poco. Pero lo poco que se dice de él nos regala grandes lecciones de vida. Mientras otros hablan, él actúa. Mientras otros protestan, él discierne. Mientras otros se hunden en la angustia, él da el siguiente paso, uno a la vez. Tal vez porque su proyecto lo tenía claramente definido y asumido. Y porque, en su caso, la época de las dudas ya la había superado. Esto último es muy importante. No es porque se haya sumergido en la etapa de las certezas. Sino porque se convenció de que había que actuar para resguardar el propósito de su vida, su hijo y su esposa.

No vivió en tiempos fáciles. Pero quien puede decir que ha vivido un tiempo fácil. Cada uno tiene que soportar las tormentas de su época, que acompañan nuestros procesos de maduración sin pedirnos permiso ni asegurar el éxito.

En el caso de José de Nazareth, su país estaba ocupado por un imperio extranjero. Su familia fue perseguida por el poder político de turno. Tuvo que migrar forzosamente para salvar la vida de su hijo. En más de una ocasión no sabía si mañana tendría trabajo o techo. Si hubiera vivido aquí y ahora, todo lo dicho podría describir la dramática situación venezolana. Como él, todos vivimos al día, nuestro horizonte temporal de largo plazo es el día siguiente, y las indisposiciones del poder nos pueden revolcar y reiniciarnos la vida al segundo siguiente.

José no vivió un “buen momento histórico”. Vivió, más bien, momentos peligrosos. Peligros asociados a una misión que no era la suya, que nunca había deseado, y que, sin embargo, asumió con la templanza de quien sabe que está allí por razones que desbordan su capacidad de comprensión. Él decidió ser base firme para el “hágase en mi según tu palabra” comprometido por María y que los arrebató hacia la voluntad de Dios. Debió haber sido inmensamente turbulento, complejo, ambiguo, falto de certezas y lleno de aristas imprecisas y por lo tanto, amenazadoras. Y aun así, se mantuvo firme.

Por eso, en tiempos críticos como los que atraviesan los venezolanos, San José se convierte en un espejo y un mensaje:

Es posible tener miedo sin renunciar a la dignidad.
Es posible enfrentar la incertidumbre sin perder la fe.

Es posible resistir sin hacerse cruel. Sin envilecerse por la trama. Sin despedazarse moralmente. 

 

2. La primera lección: La Resiliencia comienza con una decisión íntima: confiar

En el Evangelio, la primera gran crisis de José es recibir una noticia que cualquier hombre habría vivido como un terremoto: María está embarazada y él no entiende cómo.

Su primera reacción no es impulsiva. No se desespera. No hiere.

Contrario a la reacción esperada en su época, se da su tiempo. Piensa. Discierne. Ora. No actúa desde la venganza. Busca actuar con justicia, con amor, con serenidad. Corre el riesgo de confiar.

En tiempos de crisis política —cuando lo emocional empuja a reaccionar sin pensar— José nos enseña que la resiliencia empieza así:

Respira antes de actuar.

Discierne antes de decidir.

Confía antes de desesperar.

El venezolano de hoy necesita precisamente eso: volver a la calma interior para no ser arrastrado por el ruido exterior. El ruido aturde. El rumiar incesantemente una posibilidad nos reconstruye desde los anales del resentimiento, la falsa nostalgia, la fantasía ignominiosa y las ganas de que se precipite lo que venga. Ese desesperar rumiante renuncia al susurro de Dios, que seguramente llegará en nuestro auxilio. La hubiese podido apedrear y contar con el aplauso de todos. Pero no lo hizo. Actuó desde el silencio reflexivo. Y tomó la decisión más adecuada.

3. Segunda lección: El miedo no se niega, se acompaña.

José tuvo miedo. El Evangelio lo dice claramente: “No temas…” le dice el ángel.

Tener miedo no lo hizo débil. Lo hizo humano. La experiencia de la perplejidad le dio consistencia en sus convicciones. El primer toque explícito y consciente con lo divino fue para recibir un consejo y una hoja de ruta desde el sosiego y la preparación para la acción.

Pero lo importante es lo que vino después: José no dejó que el miedo tomara decisiones por él. Tomó a María, cuidó al niño, caminó hacia Egipto, comenzó de cero.

Hoy, muchas familias venezolanas también tienen que vivir con miedos reales:
miedo a la violencia,
miedo a la incertidumbre política,
miedo por los hijos,
miedo por el país.

La resiliencia no pide negar estos miedos.
Pide sostenerlos con esperanza.

Pide lo que José hizo: seguir caminando. Comenzar de cero, pero no vaciados de esperanza. Sin caer en la tentación de la fragmentación intencional. Sin la flojera interesada que deja atrás a los demás. Seguir caminando juntos, a veces hacia lo desconocido. Desandando el camino que Moisés había hecho siglos atrás. Volver a Egipto, ser aún más anónimos, y esperar.

4. Tercera lección: Trabajar y proteger: la dignidad como forma de resistencia.

San José representa al trabajador que, incluso en tiempos de amenaza, cumple con su deber. Su carpintería fue un acto de resistencia espiritual: seguir haciendo el bien en un mundo que se descomponía. Nunca dejó de trabajar en lo suyo y nunca pretendió que lo mantuvieran. No esperó que los ángeles lo alimentaran, o pretendió que el hijo de Dios tuviera algún fuero especial. El trabajo honesto, humilde, artesanal, usando sus manos fue el primer modelaje que tuvo Jesús de parte de su padre terrenal. Aprendió de procesos y de límites.

En Venezuela, el trabajo honesto se ha convertido en un acto de heroísmo silencioso, que construye fortaleza, resistencia y esperanza. Despojados de todo, menos de la familia, en ese confín de amor y mutua dependencia nos hemos vuelto a maravillar con tantos ejemplos de lo que efectivamente somos, habiéndonos desnudado de toda apariencia.

  • la madre que cocina con lo poco que tiene,
  • el padre que se inventa ingresos donde no los hay,
  • el joven que estudia, aunque le falte luz y el internet.
  • la abuela que sostiene la fe de la casa,
  • la familia que protege su dignidad.

En cada gesto pequeño, cotidiano, ocurre lo mismo que con José: las cosas pequeñas se vuelven grandes cuando son hechas con fidelidad. Y construyen oportunidades portentosas si se persisten en ellas.

5. Cuarta lección: La obediencia inteligente es hacer lo que corresponde, aunque cueste.

José no obedeció por pasividad. Obedeció porque sabía escuchar a Dios, escuchar la realidad, escuchar la voz interior que le decía por dónde caminar.

Cuando tuvo que dejarlo todo e irse a Egipto, lo hizo.
Cuando tuvo que regresar, lo hizo.
Cuando la vida le pidió silencio, calló.
Cuando le pidió acción, actuó.

La resiliencia venezolana necesita hoy esta misma flexibilidad espiritual:

Saber cuándo hablar y cuándo callar.
Cuándo avanzar y cuándo resguardarse.
Cuándo esperar y cuándo actuar.

Este es un momento histórico donde cada familia necesita claridad, serenidad y discernimiento para tomar decisiones prudentes.

6. Quinta lección: La esperanza como estrategia, no como ilusión.

San José no fue un optimista ingenuo.
No dijo: “todo estará bien”.
Lo que sí hizo fue mantener una convicción profunda:
Dios no lo había abandonado.

La esperanza que él encarna no es pasiva.

Es una esperanza que trabaja, que se mueve, que protege a los suyos, que construye futuro incluso desde la intemperie.

Esto también les toca a los venezolanos hoy.

La esperanza no significa ignorar la gravedad de lo que puede venir.
Significa no entregarse a la desesperación, aun en el escenario más difícil.

7. Venezuela hoy: ¿Qué nos enseña San José para las horas difíciles que vienen?

 1. Cuidar a la familia por encima de todo.

Como José cuidó la suya, hoy cada venezolano debe convertirse en custodio: de la dignidad, de la calma, de la paz del hogar.

2. Mantener la serenidad para no caer en provocaciones.

Las crisis exigen cabeza fría, corazón firme y espíritu en orden.

3. No vivir del rumor, sino del discernimiento.

Las redes sociales pueden desestabilizar mentalmente incluso a los más fuertes. Hay que elegir muy bien qué creer y qué compartir. Sin odiar. Ni abundar en la división.

4. Prepararse sin alarmarse.

José se preparaba para el camino, pero nunca se paralizaba.
La prudencia es parte de la resiliencia.

5. Saber que la historia no termina en la noche.

José tuvo noches oscuras, pero la luz llegó.
Toda crisis política tiene su madrugada. Y al final, un amanecer.

8. La resiliencia de José es el poder del silencio activo.

San José nos enseña que la fuerza espiritual de un ser humano no se mide en gritos, sino en decisiones; no se mide en discursos, sino en actos; no se mide en poder, sino en fidelidad.

La Venezuela de hoy necesita esa fuerza callada, humilde, sensata, firme, profundamente humana y espiritual.

En esta hora tensa y llena de incertidumbre, pareciera que José nos dice:

“Hagan lo que les corresponde, protejan lo que aman, no pierdan la fe.
Dios delinea incluso los tiempos oscuros. Sean prudentes. No desesperen.
Y la noche, por más larga que parezca, siempre se rinde al amanecer.”

 

 

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